JESUCRISTO LA PROMESA CUMPLIDA

El humanismo o el antropocentrismo es una corriente pecaminosa en la que el ser humano se encuentra inmerso desde su nacimiento por su pecado que lo ha hecho esclavo de sí mismo, forjándolo a creer que es el centro de todo, pero ¿es válida esta afirmación? Por siglos ha sido un tema de discusión que se ha traslado a las academias.

La filosofía que propenda por el antropocentrismo no será fructífera en su recorrer porque la misma historia ha demostrado que el ser humano se encuentra en completa desorientación, un niño no nace sabiendo qué decir o qué no decir, cómo comportarse y qué hacer en el futuro, sino cada expectativa va siendo orientada, porque nace desorientado. Una naturaleza desorientada está perdida en su propia oscuridad, pero puede cambiar su situación cuando reconoce la verdad que no puede ser negada, porque es una verdad real.

Lo verdadero es real, asi es determinado aunque no sea aceptado. Y no es aceptado principalmente por el pecado, como enseña Juan 3: 19 “amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”. La maldad es la perversión de la verdad, en sí misma no representa nada, porque es un vacío, una carencia o ausencia de verdad.

La problemática que se describe anteriormente es un preámbulo al tema central del presente ensayo, el cual es Jesucristo, Jesucristo como la promesa cumplida y el verdadero centro de la misma vida, quien da propósito verdadero a cada paso del caminar del ser humano, “porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén” (Rom. 11:36). Aún los 10 mandamientos (el decálogo), es mejor comprendido en Jesucristo, porque Él es la perla en medio del mar del Antiguo Testamento.

 

EL PROBLEMA HUMANO

La condición del ser humano desde su nacimiento es caótica, incierta, sin esperanza, porque todo lo que hace perece, muere con el tiempo, no permanece, aún en aquello que trabaja con afán y sudor tiene aflicción, en un ciclo sin sentido definido en tres simples procesos: nacer, crecer y morir.

Si el principio del hombre es su nacimiento, pero su fin es la muerte, ¿Qué sentido tiene su vivir? Carece de total sentido y significancia si solo la muerte fuera su fin. Martin Heidegger, el filósofo existencialista nazi más influyente del siglo XX, en su reflexión del ser, encontró solo muerte, asi afirmó, al decir: “el concepto existencial del morir como un arrojado estar vuelto hacia el más propio, irrespectivo e insuperable poderser”[1]. Un pensamiento centrado en sí mismo, que produjo miseria en su vida y muerte.

Si el ser humano es un ser para la muerte, como expresó el existencialismo, entonces bueno sería no nacer, porque la vida misma se convertiría en una incertidumbre continua carente de valor y rodeada de meras relatividades. Es una legítima conclusión llegar al relativismo, cuando se vive en el existencialismo que declara:

El existencialismo no es nada más que un esfuerzo por sacar todas las consecuencias de una posición atea coherente (…) es necesario que el hombre se encuentre a sí mismo y se convenza de que nada puede salvarlo de sí mismo.[2]

¿Nada puede salvar al hombre de si mismo? Aunque Sartre tenía razón en afirmar que el problema del hombre es el hombre, no concluye con la verdad, sino en su posición atea ignora la verdad de Dios.

¿Se vive por qué sí? ¿vivir fue un simple resultado del big bang? Si asi fuera, entonces ¿Por qué surge en el pensamiento la eternidad? Surge porque es verdad, la eternidad es real, no es una metáfora sino es una realidad que la misma conciencia declara al ser humano constantemente, diciéndole: no vas a morir eternamente, no desaparecerás, sino vivirás para siempre, pero la pregunta es ¿en dónde?

El problema central del ser humano radica en la anterior pregunta ¿Dónde pasara su eternidad? Esta es la pregunta más importante que debe hacerse todo ser humano, y es desde la misma que nace la promesa Divina. No es un azar sin sentido la humanidad, en el que se vive como se quiere sin ninguna rendición de cuentas, sino que la humanidad tiene un sentido real que le ha otorgado el Creador.

Dios, el Creador del universo, ha preordenado todo el universo a través de sus tiempos con un único propósito: Su deleite y su deleite, porque la creación solo encontrara deleite en el deleite de su Creador, no hay quien pueda tener mayor deleite que aquel que se deleita en el Creador y Dios se deleita en aquellos que en Él se deleitan. Pero la humanidad no encuentra deleite sino miseria, no ama a su Creador sino lo odia, lo detesta desde las profundidades de su ser, porque se ha corrompido entera y eternamente.

La contaminación humana se originó pocos dias después de haber sido creada. Adán, creado del polvo de la tierra, como un ser viviente fue comisionado directamente por Dios a cuidar de Su creación, pero debido a su incredulidad se apartó de Dios y trajo consigo la muerte a todos los hombres. Desde aquel momento, en medio del Gran Huerto, narrado claramente en Genesis 3, la creación que fue creada buena en gran manera ha sufrido terriblemente por el pecado, entendiéndose pecado como la rebelión del hombre hacia Dios.

 

JESUCRISTO, LA PROMESA CUMPLIDA

La caída del ser humano no solo concluyó en el destierro de Adán y Eva sino tambien en la transformación de su naturaleza, que después de comer del fruto del árbol del conocimiento de la ciencia del bien y el mal, abrió sus ojos y se deleitó en lo malo, inclinando su corazón más hacia el mal que al bien. Pero, fue en medio de esta compleja situación, que hizo merecedora de la muerte y condenación eterna a la humanidad, que el Creador anunció claramente Su Promesa (Gen. 3: 15).

La Promesa de Dios fue la respuesta de Dios al problema humano y la esperanza de quien ha sufrido por el pecado una terrible miseria que lo ha corrompido por completo. La Promesa de Dios fue cumplida eficazmente en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, el Pacto total cumplido para el pecador arrepentido, escrito en cada pasaje de la Biblia. Él es el evangelio, la buena noticia de la justificación de Dios revelada por y para fe como enseña Romanos 1.

La Promesa de Dios Padre en su Ley fue cumplida en Jesucristo, cada capítulo del Antiguo Testamento enseñó de Jesucristo y Dios Espíritu Santo marcó y continúa sellando en los corazones de los nuevos nacidos el nombre de Jesucristo, como escribió Grau:

En este pasaje [2 Corintios 3: 1-13] tambien nos dice que todo comienza por el Espíritu del Trino Dios. En este pasaje el Espíritu Santo aparece como la pluma y la tinta que al mismo tiempo escriben en los corazones ¿y qué es lo que escriben? ¡JESUCRISTO![3]

Jesucristo fue el mensaje de los profetas y tambien de los apóstoles, para los miserables pecadores. La iglesia de cada lugar del mundo tiene el mismo llamado de anunciar el evangelio la buena noticia de la Promesa cumplida al muerto, enfermo y pecador porque el Salvador no vino a llamar a justos sino a pecadores al arrepentimiento y a la fe en Él. Por lo anterior, siervos de Dios como Pablo “anunciaban valientemente y sin temor el mensaje del único Salvador de pecadores: Jesucristo nuestro Señor”.[4]

 

JESÚS, DIOS CREADOR DE VIDA Y LUZ EN LAS TINIEBLAS (JN. 1:1-5)

Jesucristo, visto a través de los ojos de la fe, ilumina y da vida, no una fe que olvida la razón, porque una fe sin razón no es fe, como dijo el teólogo y filoso Alfonso Ropero “divorciar la fe y la razón no es rendir servicio alguno a Dios, sino más bien allanar el camino al escepticismo”[5]. La Biblia enseña con claridad en Juan 1:1 que Jesucristo es el Logos, que como bien lo definió el Diccionario de Filosofía es “razón, en el vocabulario filosófico. 2. Según Heráclito, el logos (la razón) gobierna todo”[6]

La Promesa de Dios a la humanidad caída no nació en Genesis 3: 15, ni después, sino antes, aun antes de Genesis 1: 1, antes de la misma creación, por esta razón es que se puede apreciar la promesa desde Genesis 1: 1 hasta Apocalipsis 22: 21, manifiesta en dos de sus atributos necesarios para la humanidad: Su piedad y Su misericordia (Sal. 77, 119: 58). Pero para poder entender mejor lo que significa Jesucristo como la Promesa cumplida, es necesario empezar desde el principio.

“En el principio Dios creó los cielos y la tierra” Genesis 1: 1 (LBLA)

“En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.” Juan 1: 1(LBLA)

Cuando Juan va a escribir el evangelio empieza por el principio, porque en el principio estaba la Promesa. La Promesa era el Verbo (Logos) y el Verbo era Dios, por medio de Él fue creado todo, pero tambien seria por medio de Él la restauración de la creación que había caído en la corrupción: la humanidad.

El Verbo (Logos), Dios Creador, da vida a un hombre muerto, y luz a uno que ha perdido toda razón, por su pecado. Perdidos y corrompidos es el estado en que se encuentra toda la humanidad, por lo que todos, sin excepción, necesitan a Jesucristo quien es Vida, es Luz y el único que puede dar vida y luz.

 

JESÚS, HOMBRE LLENO DE GRACIA Y VERDAD (JUAN 1: 6-18)

“Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.” Juan 1: 17 (RVR 1960)

La Ley dada por medio de Moisés, fue entregada directamente por Dios para enseñar la promesa. En Genesis 3: 15 es anunciada de manera clara la promesa a Adán y Eva, pero al transcurrir de los años seria tambien anunciada sin palabras pero con vidas de hombres que sirvieron de testimonio de la promesa, como Melquisedec, rey y sacerdote, nombrado 12 veces en las Escrituras, un tipo de Jesucristo (Heb. 7: 3), como los primogénitos de Egipto que murieron como inocentes para la liberación del pueblo escogido, y la misma Ley, resumida en los 10 mandamientos.

La promesa sería el Mesías, que como bien se dijo en el anterior párrafo seria Rey, Sacerdote, Libertador, y expresión de la misma Ley, pero no un aniquilador de los romanos. La palabra Mesías en hebreo Mashiakj, en griego Christos, es definida en español como el Ungido, que significaba para los judíos que tenía función de sumo sacerdote (Lev. 4: 3; 10: 7, 21:12) y/o rey (2 Sam. 1: 14, 16; Sal. 2: 2), pero tambien adquirió el significado de “representante de la línea real de David” (Sal. 89: 39, 132: 10; Lam. 4: 20; Hab. 3:13). Aunque la tradición hebrea de los Qumran había creado la imagen de la promesa de un Mesías guerrero que aniquilaría por completo a los enemigos de Israel se puede comprender en las Escrituras (Is. 7-11, Miq. 5, Jr. 33, etc.) que el Mesías vendría como verdadero Rey y Sacerdote para librar de la condenación eterna al que cree en Él (Zac. 9: 9, Jn 3: 18).[7]

 

JESÚS, EL CORDERO DE DIOS (JUAN 1: 19-39)

“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” Juan 1: 29 (RVR 1960)

La Promesa no solo sería Rey como habían dicho los profetas, sino sería el Cordero de Dios que en Su aflicción salvaría a muchos, muriendo por sus pecados (Is. 53). La Promesa cumplida es Jesucristo y Jesucristo es el Amor encarnado (1 Cor. 13) que en su paciencia, bondad e inmutabilidad, murió para quitar el pecado de los que se arrepienten y creen en Él. Aunque el pueblo de Israel se olvidó de Dios en Egipto, Dios no se olvidó de ellos, sino que fue fiel a Su Pacto, al pacto con Abraham que hablaba de la promesa, de Jesucristo.

El Israel espiritual es la Iglesia, el pueblo de Dios que puede disfrutar por Gracia del Pacto de Dios, Jesucristo, la Promesa cumplida, porque toda profecía fue cumplida en Él, asi tambien cada una de las promesas como los diez mandamientos.

 

JESÚS, EL MESÍAS DE QUIEN ESCRIBIÓ MOISÉS EN LA LEY (JUAN 1: 40-51)

“Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.” Juan 1: 45 (RVR 1960)

Los 10 mandamientos, cada uno de ellos era una promesa, más que un mandato, porque ninguno, solo uno podía obedecer la Ley (Ex. 20, Mt. 5) y Él sería la promesa cumplida que desde el Antiguo Testamento se había profetizado: Jesucristo. Asi declaran las Escrituras: “De manera que la ley ha venido a ser nuestro ayo para conducirnos a Cristo, a fin de que seamos justificados por la fe.” Gálatas 3: 24 (LBLA)

Ningún ser humano podía cumplir la Ley, entonces ¿Por qué el Señor la escribió? Para enseñar a la humanidad que la promesa sería diferente a la humanidad caída, no sería ningún ser humano común y corriente, muchos ejemplos lo demostraron, no pudo ser Adán, Abraham, Moisés, o el gran rey David, porque todos ellos fallaron, en algún punto se equivocaron, excepto Aquel que se hizo hombre.

La Promesa cumplida no tuvo otros dioses delante de Dios (Jn. 17: 1), no se hizo ningún ídolo (Jn. 8: 50-56), no tomó el nombre del Señor su Dios en vano (Mt 15: 5-9), se acordó del día de reposo para santificarlo (Lc. 4: 16), honró a su padre y madre (Lc. 2: 51-52), no mató (Mt 5: 21), no adulteró (Mt 5: 27), no robó (Jn 10: 10), no dio falso testimonio contra su prójimo (Jn 8: 16), sino obedeció cada mandamiento, como Él mismo dijo:

“No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir. Porque en verdad os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, no se perderá ni la letra más pequeña ni una tilde de la ley hasta que toda se cumpla.” Mateo 5: 17-18 (LBLA)

Solo Jesucristo obedeció fielmente cada mandamiento, todas y cada una de las promesas debían y fueron cumplidas en Jesucristo (Hab. 2: 4, Rom. 1: 17) y el justo por fe vive por la fe en la Promesa cumplida, será contado como aquel que obedeció todos y cada uno de los mandamientos, porque el que no obedece todos los mandamientos no puede entrar al Reino de los Cielos.

“Cualquiera, pues, que anule uno solo de estos mandamientos, aun de los más pequeños, y así lo enseñe a otros, será llamado muy pequeño en el reino de los cielos; pero cualquiera que los guarde y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos.  Porque os digo que si vuestra justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.” Mateo 5: 19-20 (LBLA)

Pero ¿Cómo es posible que el ser humano pueda hacer esto? Solamente en Jesucristo, en la doble imputación. La Promesa cumplida es el evangelio, que hace sabio al sencillo, abre los ojos del ciego, le da entendimiento al corrompido, vida al muerto, y hace que sea como cabeza y no como cola (Dt. 28: 13, 44).

La humillación y exaltación de Jesucristo es el evangelio que levanta al hombre humillado por su pecado, le da una nueva y verdadera identidad, gracias a la doble imputación en donde Jesucristo tomó el pecado de muchos y murió por estos, una vez y para siempre (Heb. 7: 27), y les imputó Su justicia, declarándolos fieles y obedientes a cada mandamiento por Su obediencia. En palabras de Jerry Cross:

Cristo cumplió todos los requisitos del pacto en forma perfecta (…) Nosotros hemos cumplido perfectamente el pacto que Dios hizo al estar en Cristo Jesús. Dios, a ti y a mí, nos ve como perfectos. Es la única forma en que nos puede aceptar. Él solamente acepta a personas perfectas. Tú dirás, bueno es que yo no soy perfecto. Sí lo eres, en Cristo. Aquí nos dice que Él llevó tu pecado, te imputó Su Justicia. Así nosotros somos hechos justicia de Dios en Él[8]

Jesucristo es el cumplimiento de los mandamientos, cada mandamiento fue obedecido por Jesucristo, por esta razón Proverbios 7: 2 invita a guardar y prestar mucha atención a los mandamientos, porque la consecuencia es vida, debido a que ellos testifican de uno solo, Jesucristo. Nadie, ningún ser humano puede obedecer los mandamientos de Dios excepto Dios mismo, otra evidencia para reconocer que Jesucristo es Dios

La respuesta de Dios a la necesidad más profunda del ser humano no se encuentra en la vanidad sino en el Eterno Hijo de Dios, Dios Hijo, la Segunda Persona de la Trinidad, y es solo en Cristo y por medio de Él que es posible obedecer los mandamientos de Dios y deleitarse en cada uno de ellos, porque describieron Su Vida, asi como las bienaventuranzas del sermón del monte, nadie tiene mayor gozo que Jesucristo, aun cuando sufrió, lo hizo por amor a los suyos y ese amor causó una gran consolación en medio de Su aflicción (Jn 17).

La obediencia ha de ser en Cristo y por medio de él (…) a menos que sirvamos a Dios de esta forma, esto es, en la esperanza y la confianza en los méritos de Cristo, agraviaremos a Dios en lugar de complacerlo[9]

No puede ser más claro, las evidencias son contundentes, Jesucristo es la Promesa cumplida, en quien el hombre pecador, elegido por Dios, puede ser salvo, justo y santo, y es en Él que el santo puede perseverar, por lo tanto no se atribuye justicia alguna al hombre sino toda justicia es atribuida únicamente a Dios Hijo, de quien proviene la adoración verdadera, y quien cree en Él, la Promesa cumplida, es justificado como lo fue Abraham (Rom. 4, Gn 15) y consecuentemente santificado, trasladado al sendero de la santificación hasta su muerte o la venida de Jesucristo (Sant. 2: 21; Gn 22, Gal. 5: 22-23).

Ninguna persona en la historia puede ser salva por sus obras sino solo por creer en la Promesa, y la acción de creer, de la fe y el arrepentimiento, es únicamente posible en Jesucristo quien abre el entendimiento (Mt 16: 17; Lc 24: 45). Por lo anterior “No fuimos nosotros quien encontramos a Jesús, sino que fue Él quien vino del cielo para buscarnos a nosotros. Pero no debemos dejar de buscarle aunque ya lo hemos descubierto”[10]

 

CONCLUSIÓN

La vida (justificación) y luz (santificación) del creyente es únicamente por medio de la Promesa cumplida, el cual como enseña Juan 1, es verdadero Dios y verdadero Hombre, que vino hace más de dos mil años y fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz (Filip. 2: 8). Su obediencia a los mandamientos, a cada mandato de la Ley de Dios, hizo que muchos fueran constituidos justos (Rom. 5: 19).

La promesa de la libertad a la obediencia a la Ley de Dios es únicamente posible en Jesucristo, porque solo Él fue obediente y Su obediencia lo hizo autor de eterna salvación (Heb. 5: 7-10), cumpliendo cada requisito que el pacto exigía para pagar la condena que le correspondía pagar a sus predestinados (2 Cor. 5: 21), librándolos de la potestad de las tinieblas y trasladándolos a Su Reino (Col. 1: 13-20).

Las Escrituras, en especifico los 10 mandamientos, testifican de solo uno, Jesucristo, y solo Jesucristo abre los ojos de quien quiere para que pueda verlo en cada mandamiento. Las palabras del pacto en los diez mandamientos (Ex. 35: 28) son la Promesa que durará para siempre (Jn 12: 30-36). No es sobre nosotros sino sobre Él que enseñaron las Escrituras (Jn 13: 38; 20: 31; Ef. 3: 6).

El misterio ha sido revelado por Gracia de Dios a la Iglesia, para que ella también enseñe a todas las naciones, que “Cristo Jesús nuestro Señor, en quien tenemos libertad y acceso a Dios con confianza por medio de la fe en Él” (Ef. 3: 11b-12). La Iglesia se le ha comisionado la inmerecida tarea de anunciar a Jesucristo, de ir y hacer discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que Jesucristo ha mandado (Mt. 28: 19-20).

 

 

BIBLIOGRAFÍA

Cross, Jerry ed. Vivir en el poder del evangelio. Coyoacán, México: Publicaciones el Faro, 2009.

Florián, Víctor. Diccionario de Filosofía. Bogota, Colombia: Panamericana, 2002.

Grau, José. Introducción a la Teología. Barcelona, España: CLIE, 1973.

Heidegger, Martin. Ser y tiempo. Trad. de Jorge Eduardo Rivera. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1997.

Pérez Millos, Samuel. Comentario exegético al texto griego del nuevo testamento – Juan. Barcelona, España: CLIE, 2016.

Ropero, Alfonso, Alfonso Triviño, Silvia Martínez, eds. Diccionario Enciclopédico Bíblico Ilustrado CLIE. Barcelona, España: CLIE, 2020.

Ropero, Alfonso. Filosofía y cristianismo. Barcelona, España: CLIE, 1997.

Sartre, Jean-Paul. El existencialismo es un humanismo. Universidad Nacional Autónoma de México, 2006.

Ventura, Rob y Jeremy Walker. ¿Que significa predicar a Cristo? - Un retrato de Pablo (Cap. 6). Trad. de Josie Smith. Pensacola, FL: Chapel Library, 2016.

Watson, Thomas. Los diez mandamientos. Carlisle, PA: Peregrino, 2014.



[1] Martin Heidegger, Ser y tiempo, trad. de Jorge Eduardo Rivera (Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1997), 248.

[2]Jean-Paul Sartre, El existencialismo es un humanismo (Universidad Nacional Autónoma de México, 2006), 69.

[3] José Grau. Introducción a la Teología (Barcelona, España: CLIE, 1973), 252.

[4] Rob Ventura y Jeremy Walker, ¿Que significa predicar a Cristo? - Un retrato de Pablo (Cap. 6), trad. de Josie Smith (Pensacola, FL: Chapel Library, 2016), 8.

[5] Alfonso Ropero. Filosofía y cristianismo (Barcelona, España: CLIE, 1997), 101.

[6] Víctor Florián B. Diccionario de Filosofía (Bogota, Colombia: Panamericana, 2002), 157

[7] Alfonso Ropero, Alfonso Triviño, Silvia Martínez, eds. Diccionario Enciclopédico Bíblico Ilustrado CLIE. (Barcelona, España: CLIE, 2020), 992-993.

[8] Jerry Cross, ed. Vivir en el poder del evangelio (Coyoacán, México: Publicaciones el Faro, 2009), 28.

[9] Thomas Watson, Los diez mandamientos (Carlisle, PA: Peregrino, 2014), 11.

[10] Samuel Pérez Millos, Comentario exegético al texto griego del nuevo testamento – Juan (Barcelona, España: CLIE, 2016), 234.

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