Entradas

Mostrando entradas de abril, 2022

LA ARMADURA DE DIOS

  La guerra contra el pecado es hasta la muerte, por lo tanto no podemos darle tregua, ni rendirnos frente al mismo, sino luchar contra este gran mal hasta la muerte y hacerlo con valentía, decisión y gozo (Nehemías 8: 10). Lo bueno es que no estamos solos para derrotar al pecado y al maligno que nos quiere llevar a caer en sus garras, sino que Dios nos ha dado una armadura con la que podremos derrotar a satanás y al pecado. La armadura de Dios es lo único eficaz contra el ser más maligno del universo, este ser que es más fuerte que nosotros y tiene mucha más experiencia, es un ser con bastante poder, uno que antes era nuestro padre pero ahora es nuestro enemigo, este ser llamado satanás no tiene poder ilimitado ni es más grande que Dios y aunque fue derrotado en la cruz aún sigue atacando con desespero, como un león rugiente sin piedad alguna, pero sabemos que en Cristo podemos vencerlo. No podemos ignorar sus artimañas, ni su poder, pero tampoco tenerle miedo, porque aunque nos

¿CÓMO VENCER AL PECADO?

El pecado es un criminal astuto, un mal acompañante que crece en nuestro corazón, un enemigo interno que ha sido derrotado en la cruz del calvario, ha sido crucificado, pero aún no ha sido destruido por completo, aunque no gobierna la vida del cristiano es un crucificado que busca ser alimentado pero que es necesario no prestarle atención, no dejarse llevar por su seducción, ni mucho menos razonar con él, porque en su razón solo habita la destrucción, la maldad y la violencia aunque busque disfrazarse de una falsa belleza. Los que han caído en su engaño testifican de su perversidad, aun aquellos que siguen esclavos de sus falsedades. La palabra pecado en sus originales griegos y hebreo se refieren a errar al blanco, desviarse del camino o tomar un camino equivocado, pero en el contexto bíblico tiene un significado mucho más profundo, porque no solamente consiste en la transgresión que hace el ser humano de la Ley de Dios sino expresa el corazón mismo del ser humano (Santiago 4: