LA ARMADURA DE DIOS

 

La guerra contra el pecado es hasta la muerte, por lo tanto no podemos darle tregua, ni rendirnos frente al mismo, sino luchar contra este gran mal hasta la muerte y hacerlo con valentía, decisión y gozo (Nehemías 8: 10). Lo bueno es que no estamos solos para derrotar al pecado y al maligno que nos quiere llevar a caer en sus garras, sino que Dios nos ha dado una armadura con la que podremos derrotar a satanás y al pecado.

La armadura de Dios es lo único eficaz contra el ser más maligno del universo, este ser que es más fuerte que nosotros y tiene mucha más experiencia, es un ser con bastante poder, uno que antes era nuestro padre pero ahora es nuestro enemigo, este ser llamado satanás no tiene poder ilimitado ni es más grande que Dios y aunque fue derrotado en la cruz aún sigue atacando con desespero, como un león rugiente sin piedad alguna, pero sabemos que en Cristo podemos vencerlo. No podemos ignorar sus artimañas, ni su poder, pero tampoco tenerle miedo, porque aunque nosotros por nuestras propias fuerzas no podemos, ni podremos derrotarlo, en Cristo si podremos vencerlo, en su armadura, la cual vamos a ver a continuación en la carta a los Efesios.

“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.  Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;  y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.”

 Efesios 6: 10-20 (RVR 1960)

La armadura de Dios es una armadura que solo puede ser vestida por los creyentes, ningún incrédulo tiene el derecho de vestirla y ni propósito tendría que la vistiera, porque en su caminar se evidencia su enemistad contra Dios. Por lo anterior es que solo Dios da a sus hijos una armadura que nos dará de sus fuerzas para poder vencer al maligno.

En el pasaje de Efesios 6: 10-20 se nos enseña la armadura de Dios, pero antes nos ordena el Señor a vivir sabiamente en la casa, como hijos o padres, y en el trabajo como empleados o empleadores, exhortándonos así mismo a administrar bien nuestro tiempo, no entregándonos a la holgazanería sino al trabajo y a las buenas obras mediante la fe, pues el justo por fe vivirá. Ahora, después de que nos enseña el Señor con claridad nuestra identidad y propósito en esta vida como sus hijos, nos exhorta a andar con firmeza en su Palabra y nos ordena a vestirnos de su armadura, porque existe un enemigo que no quiere que seamos fieles a la Palabra de Dios y este enemigo tiene todo un gobierno a su disposición para atacarnos hasta que caigamos, a menos que seamos nosotros quienes ataquemos primero y tengamos una defensa mejor que solo es posible tenerla con la armadura de Dios. Esta armadura tiene una coraza, un cinturón, unas botas, un escudo, un yelmo y una espada, lo cual refleja la vestimenta necesaria de un soldado y de un batallón para poder defenderse y atacar a su enemigo sin salir lastimado, es importante vestirse de toda la armadura sin dejar ninguna prenda a la deriva, porque de hacerlo el enemigo buscara la armadura que no fue puesta para atacar allí, en ese lugar descubierto que podría hacer insignificante al restante de armadura. A continuación veremos cada prenda de la armadura de Dios:

-         EL CINTURÓN (nos fortalece en la valentía): En el versículo 14 se nos enseña a estar firmes, es decir de pie con valentía ante el enemigo “…ceñidos vuestros lomos con la verdad…”. Lo anterior quiere decir que la verdad tiene que estar apretada, arraigada completamente en nuestra vida, reconociendo que Jesucristo es la Verdad y su Palabra es Verdad, por lo tanto aferrarnos a la verdad es lo primero que necesitamos hacer para permanecer firmes con valentía.

-         LA CORAZA (protege nuestro corazón): esta armadura era rígida, porque sus materiales eran fuertes de tal manera que si un enemigo con una flecha o la espada atacaba en su torso no causaba daño alguno en la persona, por lo que se usaba principalmente como un elemento de protección contra el ataque del enemigo, ahora en el mismo versículo 14 el Señor nos dice “…vestidos con la coraza de justicia…”, es decir que se nos ordena vestirnos con la justicia que no significa una justicia humana porque en el contexto podemos ver que se refiere a la armadura de Dios sino a la justicia de Dios, una que nos habla de la justificación gratuita del hombre únicamente por medio de la fe en Cristo, entonces de nuevo  la armadura se centra en Jesucristo (Jeremías 23: 5-6, Romanos 3-4).

-         CALZADOS (nos lleva a la madurez espiritual): los zapatos o las botas, eran elementos importantes en la guerra para andar con seguridad en diferentes caminos que se pudieren presentar dentro de la batalla. En el versículo 15 el Señor nos dice “…calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz…”, es decir que el evangelio de la paz y las buenas noticias de salvación nos permiten caminar con seguridad en cualquier lugar en el que estamos, porque es como una protección para nuestros pies (Isaías 52: 7; Romanos 10: 15) que nos permitirán avanzar firmemente.

-         EL ESCUDO (protege nuestra vida): era una herramienta muy importante del soldado porque podía protegerlo de elementos peligrosos que podían lanzar sus enemigos como los dardos de fuego, por lo que el Señor nos enseña su relevancia al decirnos “…Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno…”. La fe es creer con convicción sin necesidad de ver (Hebreos 11: 1), la fe se refiere a confiar en Dios aunque la promesa aún no se vea cumplida, es aferrarnos a Jesucristo aunque las circunstancias parezcan decir lo contrario, es una entrega total y verdadera al que todo lo merece, a Jesucristo nuestro Señor y Salvador.

-         EL YELMO (cuida de nuestra cabeza): era un elemento de la armadura que protegía la cabeza y el rostro del guerrero, por lo que la única manera, sabían bien los guerreros, de no perder la cabeza era vistiéndose del yelmo. Por lo anterior el Señor nos dice “…Y tomad el yelmo de la salvación…”. La salvación es de Dios, ponérnosla no significa que depende de nosotros y por lo tanto podremos perderla sino que se refiere a más bien cuidarla (Filipenses 2: 12), valorarla, recordar que no es por nuestras obras sino por la gracia de Dios que hemos sido salvos, es una verdad que necesitamos recordar constantemente para no perder la cabeza al creernos mejor que otros lo cual es orgullo y el orgullo antecede a la caída.

-         LA ESPADA (sirve de defensa y ataque directo contra el enemigo): de los elementos de guerra nombrados en este pasaje de la Biblia el único que tiene como función principal atacar al enemigo es la espada. La Biblia es descrita como una espada más cortante que cualquier otra (Hebreos 4: 12), porque entra a lo profundo del corazón, por lo que para atacar al enemigo necesitamos tomar con firmeza “…la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios…”

Necesitamos todos los días fortalecernos en la oración para no entrar en tentación, la oración nos ciñe de cada elemento de la armadura de Dios, por consiguiente no podemos salir nunca a la batalla diaria contra el pecado, el mundo y satanás sin la armadura de Dios. Peleemos la buena batalla de la fe (1 Timoteo 6: 12), con un corazón contento, paciente y lleno del fruto del Espíritu, pero no lo hagamos dudando sino con fe, con valentía y con ímpetu (Santiago 1).

Conforme a lo anterior podemos concluir que la única manera de vencer al pecado es dejando de mirar al pecado, para concentrarnos primeramente en Dios y en sus virtudes, porque a medida que pasemos más tiempo con el Señor el pecado va a ir perdiendo peso, hasta ser insignificante, lo anterior tiene que ir acompañado de decisiones radicales, decisiones que podrían costar hasta nuestros sueños, pero que son de importancia tomar para crecer y madurar espiritualmente, decisiones que hacen dar pasos de fe que tienen su mirada en Cristo, solo de esta manera será posible vencer nuestras batallas espirituales diarias contra la carne, satanás y el mundo.

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