NO NEGOCIEMOS CON EL MUNDO

“Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” 1 Juan 2: 16-17 (RVR 1960)

 

El mundo, refiriéndonos al sistema de falsas creencias e ideologías pervertidas que de manera sutil y aparentemente inofensiva quiere dirigir a las personas a la maldad, es un mercader que a través de la astucia y el engaño comercia sus antivalores e inmoralidades por almas humanas, es decir que quien negocia con el mundo siempre dará a cambio de sus ofertas su propia alma y el alma se refiere al ser del ser humano en el que están escondidas sus emociones, pensamientos y razón, por lo que quienes negocian con el mundo terminan perdiendo hasta la razón.

 

No podemos como cristianos negociar con el mundo, aunque sus ofertas aparentemente sean agradable a nuestros ojos, porque no andamos por vista sino por fe, y la fe en Jesucristo, como nos enseña el Señor en Hebreos 12: 2 “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”.

 

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