LA RESPUESTA DEL CRISTIANISMO AL ISLAM EN LOS SIGLOS VII A XIII

El islam no entró como una religión pacifica, que a través de la persuasión buscaba adeptos, sino que su principal medio de adherir personas a su movimiento fue la violencia. La persecución de árabes musulmanes a cristianos había ido en aumento, territorio que invadían, lo saqueaban y repartían entre todos y en partes iguales el botín, por lo que no eran considerados mercenarios contratados o pagados, como hicieron los bizantinos, sino personas que trabajaron para su propio beneficio. Aunque su búsqueda principal fue tener tierras, dominio, control y hasta venganza, en algunos casos, tenían esencialmente una doctrina monoteísta que prohibía a un musulmán convertirse en cristiano y atraía a los judíos y cristianos a su creencia prometiéndoles paz, no cobrarles impuestos y ser bien tratados a cambio de que renunciaran a su fe y se volverían musulmanes.

Del siglo IX al XII los musulmanes empezaron a tener mucho poder territorial, por lo que muchos católicos fueron motivados a invadir naciones musulmanas en lo que llamaron cruzadas, una aparente guerra santa que aunque su deseo inicial era realizar peregrinaciones de fe a la tierra santa, fue formándose como una estrategia militar para impedir el crecimiento del islam, motivada por la creencia de que a los musulmanes no se les debía evangelizar sino asesinar. La anterior fue una respuesta contraria a la Biblia y repudiada por muchos cristianos en el siglo XIII que reconocieron que lo mejor que podía hacer la Iglesia, la mejor respuesta del cristianismo al islam, era evangelizar, entre ellos se reconocieron dos hombres notables: Francisco de Asís (1182-1226) y Raimundo Lulio (1232-1316), este último escribió tratados evangelistas en árabe, promovió la evangelización al mundo musulmán, convirtiéndose en el gran misionero pionero cristiano a los musulmanes.

No solo se destacan los trabajos de Francisco de Asís quien predicó a varios lideres musulmanes, y Raimundo Lulio, mártir en el norte de África, con sus obras evangelistas que motivaron a los cristianos a entrenarse en la lengua árabe y en el evangelismo a los musulmanes, sino también Juan Damasceno y Tomas de Aquino[1] quienes también desarrollaron una teología apologética en contra de la doctrina islámica.

Los apologistas cristianos del siglo XIII se concentraron principalmente en Mahoma identificándolo como un falso profeta y a sus declaraciones como heréticas, negando la autenticidad de sus palabras que representaron una nueva revelación lo cual no podía ser aceptado, debido a que el canon bíblico había sido cerrado. Ellos defendieron principalmente la doctrina de Dios, en específico: la Trinidad, la encarnación de Jesucristo, la soberanía Divina y la adoración, debido a que eran las que representaban los principales desacuerdos doctrinales.[2]  De las obras apologistas que se pueden destacar en este periodo están: “el Amante y el amado” de Raimundo Lulio y  “el Diálogo entre un sarraceno [3]y un cristiano” de Juan Damasceno. En este último libro aún siguen habiendo dudas sobre su autoría, porque aunque se le ha atribuido a Juan Damasceno (750) algunos otros lo han hecho a Teodoro Abu Qurra (750-830) o a algún otro que puso por escrito las enseñanzas de alguno de ellos.[4] En este libro podemos leer el siguiente fragmento dialectico,

El sarraceno: «¿Y cómo dice Dios a Jeremías: Antes de formarte en el vientre te conozco y te he santificado desde el vientre?». El cristiano: «Desde Adán(…) a los que creen en su nombre, que fueron engendrados no de sangre, ni de voluntad de varón, ni de voluntad de la carne, sino de Dios, por medio del bautismo».”[5]

En medio del dialogo el autor de este documento argumenta en favor de la doctrina cristiana que enseña la salvación por gracia, de manera gratuita, lo que contradice esta como otras religiones que procuran alcanzar la salvación por medio de obras bastante extremas y externas, como el matarse a sí mismos, de manera literal, para poder ganar el cielo a través del martirio (yihad).

El islam continúa creciendo como una religión pagana que puede verse a la luz del siguiente versículo: “Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ese recibiréis” Juan 5: 43 (RVR 1960). Mahoma fue uno de aquellos que vino en su propio nombre y muchos lo recibieron como un verdadero profeta, cuando en verdad fue un falso profeta que quería poner a los árabes en un nivel de suprema relevancia en el flujo de la historia bíblica, no solo buscando posicionarlos en un lugar de igualdad entre cristianos y judíos, sino tambien identificándolos con Ismael, hijo de Abraham, y asi darles un estatus social de poder sobre otras naciones. Así que es Mahoma el que inventa este estatus de los árabes creando en ellos una idea falsa que probablemente él también había creído, pero la historia una vez más nos enseña que la mejor respuesta de la Iglesia a esta falsa idea etnocéntrica es el evangelio enseñado de manera clara y centrada en las Escrituras, el cual no es etnocéntrico sino Cristocéntrico.



[1] Nick Needham, 2000 años del poder de Cristo, Vol. 2 (North Bergen, NJ: Publicaciones Aquila, 2022), 41

[2] Ibid., 42

[3] Era una forma de referirse a los musulmanes en este periodo.

[4] Juan Damasceno, Dialogo entre un sarraceno y un cristiano, trad. de Pedro SABE ANDREU (Universidad eclesiástica San Damasco, Madrid), 128

[5] Ibid., 144-145

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