LA RESPUESTA CRISTIANA AL ISLAM EN SUS COMIENZOS Y EN EL PERIODO CAROLINGIO

El islam, como se verá más adelante, tiene sus orígenes en la antigua herejía ebionista que tenía seguidores judaizantes los cuales desde los primeros siglos procuraron enseñar en contra de la Naturaleza Divina de Jesucristo, por lo que el apóstol Juan refutó sus doctrinas desde el evangelio según Juan, enseñando con claridad que Jesucristo no tiene principio, porque es Dios eterno que desde la eternidad ha coexistido con el Padre y el Espíritu Santo.

El islam surgió en un periodo de debilitamiento de la cristiandad, porque estados corruptos entraron a dirigir la vida eclesial, imponiendo doctrinas extrañas previamente reconocidas por la Iglesia en sus primeros concilios como heréticas. El poder del obispo de Roma fue aumentando, haciéndose llamar Papa, como si fuera un tipo de obispo superior que tenía el derecho de gobernar a la Iglesia, aun así el imperio carolingio, como un intento de restauración del imperio romano y de la cristiandad, fue adquiriendo una gran fortaleza desde la coronación de Carlomagno por el Papa en el año 772.[1] El sucesor de Carlomagno, Ludovico, uno de sus hijos, buscó reformar a la Iglesia dándole mayor autonomía y atención a los pobres, y aunque buscó gobernar justamente, sus hijos se disputaron el poder, provocando conflictos internos y un debilitamiento del Imperio Romano de Occidente que fue aprovechado por los musulmanes para atacar y dar comienzo a una época de mayor corrupción y oscurantismo.[2]

El periodo Carolingio se ha conocido como una época de grandes disputas a nivel teológico, pero fueron conflictos que se dieron principalmente de manera interna, por lo que durante este periodo no se ha reconocido con claridad ninguna producción bibliográfica de apologética en contra específicamente de la doctrina islámica, porque, como escribió el historiador Justo Gonzales “los conflictos armados entre musulmanes y cristianos rara vez parecen haber tenido razones religiosas”.[3] Aunque en un principio fueron vistos como una religión pagana que debía ser evangelizada, no hubo una refutación teológica clara en sus comienzos, pero muy pronto la Iglesia comprendió la gran amenaza que representaría para la doctrina cristiana, por lo que estudiaría su origen, pensamiento y vivir a fin de contradecirla.




[1] Justo González, Historia del cristianismo: obra completa (USA: Unilit, 2009), 325

[2] Ibid., 327

[3] Ibid., 400


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