A TODAS LAS ETNIAS
“«Conforme a
la promesa que os hice cuando salisteis de Egipto, mi Espíritu
permanece en medio de vosotros; no temáis». Porque así dice
el Señor de los ejércitos: «Una vez más, dentro de poco, yo haré
temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra firme. Y haré temblar a
todas las naciones; vendrán entonces los tesoros de todas las naciones, y
yo llenaré de gloria esta casa» —dice el Señor de los
ejércitos. «Mía es la plata y mío es el oro» —declara
el Señor de los ejércitos. «La gloria postrera de esta casa
será mayor que la primera» —dice el Señor de los ejércitos— «y en
este lugar daré paz» —declara el Señor de los ejércitos.” Hageo 2: 5-9 (LBLA)
La
victoria de Jesucristo, a todas las naciones debe ser predicada, que El venció
al pecado y a la maldad, que nada en este mundo está sobre El ni a su misma
medida, sino todo está bajo El, de tal manera que tiene autoridad sobre todo y
todos, asi que regocijemos en Aquel que ha vencido a la misma muerte, en quien
hay plenitud de gozo, el mensaje que todas las naciones deben creer, porque
solo en Jesucristo, el ser humano, sin importar quien fuere puede tener
verdadera paz, porque tener a Jesucristo es tener verdadera Paz.
NINGÚN
AMOR SE LE COMPARA
No
hay amor que pueda compararse al amor de Dios, ni siquiera nuestro amor que
decimos tener a Él, porque es finito de seres mortales muy limitados, pero el
amor de Dios es mucho más grande que el nuestro o cualquier otro que pueda
existir porque depende de Él, no de nosotros, por lo tanto, es Eterno,
Incomprensible para la mente humana, Soberano y no merecido hacia nosotros,
pero es ofrecido a criaturas como nosotros para que podamos vivir en El.
“Porque
mientras aún éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los
impíos. Porque difícilmente habrá alguien que muera por un justo, aunque
tal vez alguno se atreva a morir por el bueno. Pero Dios demuestra su
amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por
nosotros.” Romanos 5:
6-8 (NBLA)
El
amor de Dios fue demostrado en la cruz del calvario, porque siendo nosotros
pecadores, completamente alejados de sus designios y rebeldes a Su Voluntad,
nos amó dando su vida para justificarnos por su sangre, salvándonos de la ira
de Dios, la cual moraba en nosotros que ahora somos hijos de Dios por Gracia,
pero esta ira sigue morando en todo aquel que aún no reconoce el amor
incomparable de Dios, por lo tanto nuestro mensaje como Iglesia a los
incrédulos es que se reconcilien con Dios, creyendo en Jesucristo y
arrepintiéndose de sus pecados, porque solo por medio de Jesucristo somos
reconciliados con Dios, como nos enseña Romanos 5: 9-11 (NBLA):
“Entonces
mucho más, habiendo sido ahora justificados por Su sangre, seremos salvos
de la ira de Dios por medio de Él. Porque si cuando éramos
enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo, mucho más,
habiendo sido reconciliados, seremos salvos por Su vida. Y no
solo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por medio de
nuestro Señor Jesucristo, por quien ahora hemos recibido la reconciliación.”
¿ME AMAS?
“Cuando hubieron comido, Jesús dijo a
Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí,
Señor; tú sabes que te amo. El le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a
decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí,
Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo la tercera
vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la
tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te
amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.” Juan
21: 15-17 (RVR 1960)
Es
una perla sin precio esta hermosa enseñanza que Dios mismo quiere darnos y que
es necesario recibir en nuestro corazón, porque es sobre el verdadero
significado del evangelio, de todo lo que somos y de todo lo que Dios quiere de
nosotros.
Pedro
fue uno de los primeros discípulos de Jesucristo, junto a su hermano Andrés. El
parecía ser un hombre muy fiel a Jesucristo, entregado completamente a Él y de
sí mismo se refería, al decir a su Maestro: “Señor,
dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte.”
(Lucas 22: 33). Aun así, su fe fue probada y negó a Jesucristo tres veces,
antes de que el gallo hubiera cantado.
Las
personas religiosas dicen amar a Dios, pero quien en verdad ama a Dios no solo
lo dice sino lo demuestra con sus hechos. Es importante comprender que el
significado del evangelio es el amor y es el amor a Dios el motor que nos debe
motivar día a día a seguir a Jesucristo y a guardar sus mandamientos (Juan 14:
15)
El
amor, como se había mencionado antes, es el significado del evangelio, pero
amor no es alcahuetería, pretensión, religiosidad, hipocresía ni nada que se le
parezca, sino “En esto consiste el amor:
no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y
envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” (1 Juan 4: 10)
Todo
lo anterior que pudiste haber leído, como los primeros volúmenes del libro, es
solo información sino se lleva a la vida de una manera práctica. No es tan
significativo leer el presente libro, ni hacer una crítica reflexiva frente al
mismo, como ir ante Dios, leer su Palabra, humillarte de corazón y buscar su
dirección con humildad. No se trata de vivir una vida de hipocresía, aun leer
la Biblia sin entendimiento es una religiosidad que no produce fruto, porque
hasta los demonios, el mismo satanás se sabe la Biblia al derecho y al revés,
por lo tanto no se trata de ir a un seminario teológico para estudiar la Biblia
sino lo más importante es que lo que estudiemos, escuchemos y recibamos de Dios
por medio de su Palabra lo vivamos, porque Dios no pide conocimiento sino vidas
de personas que le adoren en espíritu y en verdad, una vida de adoración no es
cantar con lágrimas en los ojos sino es humillación constante ante Dios,
reconociéndolo en todos nuestros caminos, porque absolutamente nada podemos
hacer separados de Él.
“Estas cosas os he hablado para que en mi tengáis paz. En
el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”
Juan
16:33 (RVR 1960)
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