LIBRES DEL PECADO Y DE LA MUERTE
Como hombres queremos deshacernos de
la ansiedad, la preocupación, el miedo, la tristeza y la maldad, pero olvidamos
que solo Dios puede quitar de nosotros el pecado, el cual solo trae desastre,
confusión y malestar. Dejemos de tener un corazón endurecido y escuchemos a
nuestro Creador.
El pueblo de Israel aun después de
ver todas las maravillas que el Señor había hecho en medio de ellos seguía con
un corazón endurecido. Quiero preguntarte, amado lector, ¿eres como el pueblo
de Israel en Números 14 o como Josué y Caleb? Josué y Caleb prefirieron creerle
a Dios que a los hombres lo que hizo que fueran llamados hombres
bienaventurados.
La Biblia es verdadera, es la Palabra
de Dios, evidencias externas e internas así lo confirman, su autoridad es
veraz, porque Dios es su único autor (2 Timoteo 3: 16-17). El único y verdadero
Dios, porque no hay otro, Elohim, Santísimo Dios Trino (1 Juan 5: 7) ha hablado
también a través de su creación para que ningún hombre tenga excusa delante de
Él (Mateo 28: 19-20) ¿le crees o aun sigues con un corazón muerto?
El conocimiento del hombre es vano,
efímero y cambiable, pero conocer a Dios es un entendimiento que solo puede ser
recibido por revelación del mismo Dios, quien a través del Espíritu Santo
enseña en su Palabra sus atributos (Creador, Eterno, Omnisciente, Omnipotente,
Omnipresente y Soberano)
Dios es Santo, Santo, Santo,
reconocer la Santidad de Dios es también conocer nuestra condición de
pecadores, no solo por el pecado original (Génesis 3) sino por el que cometemos
a diario. TODOS HEMOS PECADO es una verdad que no puede ser negada, aun la misma
realidad circundante la afirma por medio de las consecuencias que la misma
maldad del ser humano ha traído, como ha sido el miedo, la vergüenza, la culpa
y la muerte.
La única manera de vivir
sobrenaturalmente es reconociendo en primer lugar que todos hemos pecado, como
dice Romanos 3: 23. Reconocer nuestro pecado es importante, de la misma manera
que lo es para una persona enferma que está muriendo de cáncer saber que tiene
cáncer, si no reconoce en primer lugar su cáncer no podrá ser llevada a un
tratamiento que quizás la salve de esta terrible enfermedad. Es así que conocer
nuestro pecado debe llevarnos a humillarnos ante Dios y a conocer a Jesús,
porque solo en Jesús está el remedio de nuestra enfermedad terminal, que es
peor que el cáncer, llamada pecado (Mateo 16: 13-17).
Las Escrituras desde el Antiguo
Testamento, cientos de años antes de la venida de Jesucristo, hablaban sobre la
Salvación de Dios. Muchos de los rabinos, maestros de Israel, comprendían que
Dios mismo vendría y salvaría al mundo de sus pecados, aunque no entendían bien
lo que esto significaba, las profecías decían que Dios vendría en forma de
siervo, se haría semejante a hombre, para justificar por su sangre a muchos
(Isaías 53).
En el Nuevo Testamento podemos ver a Juan, el ultimo profeta,
que cuando vio a Jesucristo exclamó a gran voz, diciendo: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Juan
1: 29). No caigamos en el error, en lo que no es importante, y más bien seamos
humildes y aceptemos la verdad de que en Jesucristo se cumplieron todas las
profecías del Mesías. Su Obra Redentora (muerte, sepultura y resurrección) ha
provisto de nueva vida a todo el que cree en El, una vida que nos permite
andar en acción de gracias por lo que ya hizo, una que nos hace decir con
sinceridad: ¡LIBRES!, SI, ¡LIBRES AL
FIN!
El bautismo (del griego batizein que
significa sumergir) que hacia Juan era con agua (Juan 1: 31), no salvaba a
nadie, pero anunciaba a Jesucristo, su propósito principal era manifestar al
Cristo en Israel. Recordemos que Juan era el mensajero que ya tiempo atrás
había sido profetizado como uno que predicaría el bautismo del arrepentimiento
(Marcos 1: 1-8), por lo tanto, el bautismo de Juan anunciaba arrepentimiento y
preparaba el camino de Dios Hijo (Isaías 40: 3).
El Verbo (para los griegos), la Luz
(para los israelitas) y la Vida no vino a bautizar con agua sino en Espíritu
Santo y fuego, por la Gracia y la Verdad (Juan 1: 33-34). El mismo Juan
testificó que Jesucristo es Dios y que solo Él podía bautizarnos (Juan 1: 15)
con verdadero bautismo, uno que da vida al que está muerto, porque Él es Vida
(Juan 14: 6), uno que provee vista al ciego, porque Él es la Luz que nos hace
ver (1 Juan 1: 5-10)
El bautismo en el Espíritu Santo es
un don de Dios para quienes se arrepienten y creen en el nombre de Jesucristo,
pero cuidado de caer con la falsa idea de que su manifestación es dada por lo
que ahora llaman muchas personas “don de lenguas”, no es así, sino que se
conoce el corazón en donde El habita, por sus frutos, como enseñan las
Escrituras “por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7: 15). En el libro de Hechos
podemos ver la promesa (Hechos 1: 4), después de que Jesucristo ha resucitado,
y como posteriormente de que nuestro Señor Jesucristo asciende a los cielos
viene el Espíritu Santo sobre los cristianos de Israel y luego a los gentiles
que habían creído en la Redención de Jesucristo (Hechos 2: 1-4; 27-40).
La Iglesia del primer siglo es
conocida por el mundo, no solo a causa de su testimonio sino también por
señales que fueron únicas para esa época, como el hablar en lenguas, pero el
apóstol Pablo exhorta a la iglesia a que se fundamente principalmente en el
amor, porque todo lo demás ira poco a poco acabándose, pero la manifestación
del amor no. Por esta razón en Romanos 14 el Señor nos habla de recibir al
débil en la fe, no para contender sobre opiniones, porque no es tan importante
lo que uno opina u otro opina, porque cada uno lo hace de una manera diferente,
pero lo verdaderamente trascendental es
lo que dice Dios y que somos del Señor.
Como iglesia, cuerpo de Cristo, no
estamos para juzgar a nuestro hermano, porque todos compareceremos ante el
Tribunal de Cristo, más bien digamos: ¡Gracias
mi Señor! Y demostrémoslo con
nuestros hechos. Si alguien nos ha herido perdonémosle, como el Señor nos
perdonó a nosotros.
En 1 Timoteo 1 podemos ver a un
verdadero hijo en la fe llamado Timoteo quien constantemente era bendecido con
la Gracia, Misericordia y Paz de Dios y de nuestro Señor Jesucristo. A este
joven creyente se le enseñó el valor de la Gracia, Misericordia y Paz que solo
provienen de Dios, con el fin de no enseñar diferente doctrina, ni prestar
atención a fabulas y genealogías interminables, sino servir a Dios con un
corazón humilde y sencillo.
La religión reúne enseñanzas que no
tienen fruto espiritual verdadero, ni para esta vida ni la venidera, expresadas
en panfletos o manuales como el manual de urbanidad y buenas maneras de Carreño
que, aunque habla de los deberes para con Dios y en algunos apartados menciona
verdades absolutas como que Dios es la fuente de todo bien, ignora que las
buenas obras del hombre no sirven de nada para una persona que aún no ha nacido
de nuevo. La iglesia no está para enseñar un buen comportamiento, para eso están
las escuelas, sino su principal razón de ser es glorificar a Dios y exponer
ante el mundo su Palabra, para que la conciencia del hombre reaccione y le haga
entender la gravedad de su pecado a fin de que se arrepienta y crea en
Jesucristo.
La iglesia de Antioquía es un modelo
de iglesia, la cual se distinguió por alcanzar a su propio grupo cultural, así
como enviar misioneros para hacer discípulos a todas las naciones, pero no
conformándose con lo anterior ayudó también a otras iglesias hermanas,
cooperando con ellas (Hechos 11: 19.26), porque conocía bien el orden que debe
tener toda iglesia, primero Cristo y después la familia. En el campo misionero
se ven familias, así como en las congregaciones, las familias son bendición de
Dios para el mundo, pero son bendición cuando Dios es quien está guiándoles.
La obra de Dios es una obra de la
Trinidad (Juan 14) para la eternidad, la cual ha transformado vidas de personas
que dejaron todo por seguir el Camino ¿dejarías
todo para ser discípulo de Jesucristo? John Bunyan, un predicador que fue
llevado a la cárcel por predicar la Palabra de Dios, aun en medio de la prisión
anunció a Cristo, el carcelero le permitía tener reuniones secretas para que
predicara y, en esos momentos tan complicados, su crecimiento en el Señor y su
servicio a Él fue mayor y mejor conocido en muchas partes, puesto que escribió
muchos libros, siendo su libro más conocido “el progreso del peregrino”. El
progreso del peregrino es el segundo libro más vendido después de la Biblia, en
este libro Bunyan buscaba enseñar el camino de un cristiano sobre esta tierra,
uno nada fácil, pero el mejor (Hechos 24: 14).
La vida de un hijo de Dios es pura
gracia, no se basa en hacer buenas obras, sino primeramente en ser siervo de
Dios, y Dios nos hace sus siervos en el momento que somos salvos de la
condenación que merecemos por el pecado. Siendo siervos es posible ser padres
que practiquen el amor a sus hijos o hijos que sean obedientes a sus padres,
así como andar sabiamente con los de afuera, hablando siempre con una actitud
de agradecimiento y humildad.
La misericordia muy afectuosa, la
bondad, mansedumbre, paciencia y la capacidad de perdonar a otros son virtudes
que no se aprenden en la escuela sino se manifiestan en un cristiano gracias a
la Obra del Espíritu Santo. Pero en este proceso de santificación el Señor nos
ordena a hacer morir lo terrenal en nosotros (fornicación, impureza, pasiones
desordenadas, malos deseos y avaricia que es idolatría). Hacer morir es
responsabilidad de cada creyente, pero ¿Cómo se hace? Buscando en las cosas de
arriba. La única manera de no ser engañados por medio de filosofías y huecas
sutiles basadas en tradiciones de hombres, las cuales son engañosas, es
poniendo la mirada en Jesucristo.
Si leyendo este libro te has dado
cuenta de que aún no has sido reconciliado con Dios, entonces reconcíliate con
Dios ahora. La necedad no lleva a ningún lado, un ateo no existe, pero si un
necio, porque son los necios los que dicen “no hay Dios” (Salmos 115, Mateo
23). Los necios son religiosos amantes de este mundo que profesando ser sabios
se hicieron necios (Mateo 11: 28; 2 Timoteo 3: 1-2)
La reconciliación con Dios es lo más
importante, porque en nuestra naturaleza pecaminosa, estamos en rebeldía contra
Dios (Lucas 15: 11, Apocalipsis 3: 20) y ni la religión, ni el humanismo, ni
mucho menos la economía puede salvar al hombre, solo Cristo.
Las religiones son un invento humano,
que solo buscan suprimir al otro, destruir minorías lingüísticas, esclavizar
mentes, dominar corazones, destruir vidas. Es esto lo que ocurre con el islam,
por ejemplo, que solo ha causado guerras y desastres como lo fue la religión
católica en la Edad Media. Ellos, como cualquier otra religión, solo usan la
violencia, no tienen una doctrina clara por lo que no pueden tener seguridad de
vida después de la muerte, sino solo confusión.
Las obras filosóficas o fabulas como
el Talmud son libros que no exaltan a Dios sino al hombre, justifican la maldad
con argumentos engañosos, no hablan del pecado porque no quieren ir a la Luz.
Se suponía que la escuela era un sitio para ser feliz, educado y formado, pero
lo contrario ocurre, solo se enseñan fabulas que ningún efecto positivo tienen
sobre la sociedad.
La sociedad necesita hombres
íntegros, temerosos de Dios, que tengan templanza, amen su nación, oren por sus
gobernantes, sean sabios, pero sencillos. Ellos son llamados cristianos, porque
son libres, no esclavos de nada ni de nadie, pero tampoco orgullosos sino más
que libres prefieren llamarse siervos de
Dios y siervos de todos (Hechos 9, 23, 26).
Pablo, llamado apóstol a los
gentiles, no le importó recibir sustento por anunciar el evangelio porque lo
hacía gratuitamente, debido a que lo necesitaba, el evangelio era una necesidad
constante en su vida. Él no jugaba a ir a la iglesia, sabía que era real, esto
mismo tiene que pasar hoy en la iglesia, tienen que correr la carrera con miras
a esa recompensa, no para la salvación sino por la salvación (Lucas 10: 1-12; 1
Corintios 9: 14).
La codicia es un deseo o apetito
egoísta por las cosas materiales, fue por la codicia de ser como Dios que Eva
pecó contra Dios (Génesis 3), una persona codiciosa desecha a su familia, busca
el amor en una persona, nunca se sacia con lo básico. Este es un pecado que
tiene que ser reconocido delante del Señor quien fortalece las manos caídas de
quien con voz sincera dice: el Señor es
mi Ayudador (Salmos 5: 3; Marcos 4: 18-20; Hebreos 13: 5-6).
El Señor, por su gracia y
misericordia, nos ha dado VIDA. En su Palabra Él nos enseña que todos estamos
bajo el pecado (Romanos 3), no hay ni uno bueno, su misma Ley manifiesta el
pecado en nosotros y a la vez su justicia. Pero hay otra ley, la ley de la fe
que dice que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la Ley.
Jesucristo es Dios, pero también es
hombre, quien vino a este mundo para traernos salvación. Solo por medio de su
salvación tenemos vida, somos Iglesia. Como Iglesia se puede ver como en el nuevo
nacimiento tú le recibiste, Él te recibió y Él no te echa afuera, sino te da
seguridad de vida eterna (Efesios 2: 8-9). Antes éramos rechazados, sin
esperanza en esta vida, pero por su amor y bondad nos ha hecho aceptos en el
Amado (Juan 1: 10, 3: 16, 6: 36, 10: 28) quien intercede por nosotros (Romanos
8: 26).
Dios reina, solo Él gobierna sobre
todo y todos (Hebreos 2: 42-47). Solo en El podemos tener comunión como
Iglesia, gracias al Espíritu Santo (Romanos 8: 2) quien da vida, nuestro
Maestro (Juan 14: 26) quien nos da entendimiento y discernimiento espiritual
(Juan 16: 1-4). La ignorancia es una causa frecuente de nuestro pecar, siempre
nos ira mal cuando dejamos a un lado el consejo de Dios, por esta razón es
importante ser sensibles a la voz del Espíritu Santo, así como confiar en
Jesucristo quien intercede por los santos ante el Padre.
La obra del Espíritu Santo es tan
trascendental e importante que no solo nos guía en la voluntad de Dios sino
también nos da seguridad de Salvación (2 Pedro 1:21; Isaías 11: 2; Juan 14:6,
16: 17-11; Efesios 1: 13-14; Romanos 8: 2; 1 Corintios 2: 13; 2 Corintios 1:
22). El Espíritu Santo no habla por su propia cuenta sino enseña lo que ha
escuchado, la Palabra de Dios, es decir que, si alguna persona cree que escucha
la voz del Espíritu Santo, pero esta contradice y no está alineada a la Palabra
de Dios sencillamente no es la voz del Espíritu Santo sino posiblemente será la
de satanás.
La vida según el Espíritu, va en
camino contrario a la carne, porque la carne solo busca satisfacer el placer
físico por medio de la desobediencia a Dios, mas el deseo del Espíritu busca
agradar a Dios, aunque esto signifique inhibir ciertos deseos individuales. Es
importante recordar que en este caminar en el Espíritu el centro de nuestra
vida es Cristo, el Espíritu Santo testifica de Cristo, por lo tanto, la meta es
reflejar a Cristo, no solo con nuestras palabras sino también con nuestra vida.
En el antiguo testamento (1 Corintios 10: 1-11; 2 Timoteo 3: 16-17; Romanos 15:
4) así como en el nuevo testamento (Lucas 24: 17, 44; Juan 5: 39) el mensaje
central es Jesucristo.
Jesucristo nos dio vida (1 Corintios
15: 45) estando nosotros muertos en nuestros delitos y pecados. Estábamos
muertos porque en muerte nacimos como condición natural desde la caída del
hombre en Adán (Génesis 1: 6-28, 2: 15-26) pero en Cristo somos llamados a la
Vida (Lucas 3: 38; Juan 10: 10, 28; Efesios 5: 22-25; Apocalipsis 11: 15; 20:
6)
La apariencia es algo que el Señor no
vino a cambiar, NO, todo lo contrario, Jesucristo habló en contra de lo que
hacían los fariseos quienes por fuera parecían ser muy buenos, pero por dentro
estaban muertos (Juan 7: 24). Muchas buenas apariencias hay en el mundo, pero
Dios vino a traer VIDA real sin apariencias en el ser humano.
La época actual, llamada
posmodernidad, mantiene una idea superficial frente a la diversidad como la
supuesta invención de nuevas verdades dadas por experiencias individuales,
promoviendo un impacto únicamente en la conducta humana y poco o nada en el contexto
sociocultural, a través de un paradigma sociocritico que, aunque busca una
emancipación en el ser humano hace uso de métodos que no son funcionales sino
son un espejismo, una mentira, que nada bueno produce en el ser interior, sino
solo engaño.
La fe en Cristo vence al mundo (Juan
15, 1 Juan 5)[1],
no hay otra manera o alternativa sino solo Jesucristo, Él es el único Camino,
nadie puede ir al Padre sino por el Hijo, entonces son salteadores y
engañadores todos los que hablan de una alternativa aparte de Cristo.
“Todo
aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en
Dios. Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con
nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios
en él. En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos
confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este
mundo.”
1 Juan 4: 15-17 (RVR 1960)
La Palabra de Dios nos enseña que en
Adán, el hombre natural, solo hay muerte, pero en Cristo, el Hijo del hombre -
el Hijo de Dios, hay vida (Romanos 5: 12). Y vivir en Cristo es andar como El
anduvo (Juan 5: 39), con sencillez y humildad, como la de un cordero, porque El
vino como Cordero, como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, solo
la sangre de Jesucristo puede redimir al hombre pecador (Éxodo 3: 7-8; Efesios
1: 7; Juan 3: 16).
En la historia del rico y Lázaro,
vemos dos hombres que nacieron como pecadores, uno creyó en Cristo y el otro
prefirió seguir confiando en las riquezas materiales, el primero fue
justificado, mas el segundo condenado en el infierno. Ahora que vivimos en la
Gracia como aquel hombre pequeño y despreciado que fue Lázaro, es necesario que
maduremos espiritualmente, como creación especial formada a imagen de Dios.
Jesucristo nació sin pecado, vivió
sin pecado, pero murió con todo el pecado de la humanidad por amor y todo aquel
que dice que permanece en Él debe andar como El anduvo. No entregado a la
codicia sino a Dios, sirviendo en amor a aquel que lo dio todo por nosotros.
Las personas se preguntan ¿Qué pasara
después de la muerte? Pero solo la Biblia responde con la verdad a este interrogante,
si tenemos el sello del Espíritu Santo, que es como el registro del nuevo
nacimiento, entonces nuestra ciudadanía está en los cielos, y después de la
muerte esperamos estar con Cristo, pero sin Cristo el impío no tiene esperanza.
Somos libres, verdaderamente libres
en Cristo, pero a veces se nos olvida la Libertad con la que Cristo nos hizo
libres y seguimos en el pecado, distrayéndonos en los placeres de este mundo,
pero no más, es necesario hacer un alto, mirar
al Creador, clamar por su misericordia y obedecer fielmente su Palabra,
esperando en su preciosa y santa voluntad.
[1] El término
“mundo” en 1 Juan 5 y Juan 15 se relaciona a un sistema organizado que se
declara enemigo de Dios y su Palabra, en palabras de MacArthur (2005) “se refiere al sistema maligno del pecado en
el mundo, con la autoría de satanás e implementado por la humanidad” (p.18)
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