TENGAMOS CUIDADO CON ALIMENTAR LA CARNE
¿Qué ocurre
cuando estamos en medio de una tentación? ¿Debemos orar? No, en estas
circunstancias la acción más sabia será huir, confiando en la salvación del
Señor. Pero antes quisiera registrar un consejo practico de prevención para
evitar caer en la tentación, es abstenernos por completo de todo lo que quiera
llevarnos a alimentar la carne, porque la carne cuando ha sido alimentada solo
buscará hacer una cosa y es ir en contra de nuestro Señor. Cuando nos referimos
a alimentar la carne precisamente estamos hablando del deseo carnal, el cual es
completamente pecaminoso.
“Porque todo lo que hay en el mundo,
los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no
proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el
que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”
1 Juan 2: 16-17 (RVR 1960)
Debemos
abstenernos de estos vanos deseos por completo, cada día, todos los dias. No
aceptar ninguna propuesta indecente, no permitir que nuestros ojos vean lo
sucio o que nuestros oídos escuchen lo deshonroso, ni siquiera pensar en cómo
alimentar nuestros malos deseos sino abstenernos de toda codicia que es
avaricia e idolatría, para poder disfrutar de la oración y de nuestra intimidad
con Dios, y en esta firme motivación debemos perseverar constantemente para
aprender a huir, porque por no huir muchos valientes han caído, para ello es
necesario identificar lo que posiblemente podría llevarnos a alimentar la carne
y alejarnos de ello para la gloria y honra de Dios, como lo hizo Josué, cuando
la mujer de Potifar lo invitó a dormir con él:
“Y ella lo asió por su ropa, diciendo:
Duerme conmigo. Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió.” Genesis 39: 12 (RVR 1960)
La batalla
contra el mal no se refiere a una vida activista, en donde estamos
constantemente predicándole a todo el mundo la Palabra de Dios, sino es vivir
de manera sencilla, reposando en el bien y huyendo del mal, como hizo José, y
hacerlo sin miedo y con fe en nuestro Señor, como nuestro mismo Señor
Jesucristo enseñó a sus discípulos en medio de la tormenta(Mc. 4: 35-41).
Huyamos de toda
mentira, de todo falso pensamiento que quiere incitarnos a un vano placer y una
falsa paz. No se trata de pensarlo sino de huir, cuando estamos en medio de la
tentación lo mejor que podemos hacer es huir, alejarnos lo más lejos posible de
lo que quiere llevarnos a pecar, luego de asegurarnos que estamos fuera del
peligro podremos dar gracias a Dios que nos libró del pecado. Pero si rehusamos
huir y alimentamos nuestros pensamientos en el pecado, caeremos en el mal, lo
cual nos llevará a una profunda tristeza, desilusión y depresión de la cual
podremos ser rescatados y consolados cuando reconozcamos nuestro error delante
de Dios, nos arrepintamos y en oración le pidamos su ayuda, para poder ser más
sabios y en una próxima situación de riesgo poder huir más rápidamente del
pecado y sin pensarlo dos veces.
Todos, como
creyentes, estamos en una lucha constante en contra del pecado, pero no
podremos sostenernos en nosotros mismos sino solo en Dios. Debemos procurar,
por lo tanto, con todas nuestras fuerzas no pecar, pero no solo en nuestras
propias fuerzas, sino aferrándonos en la Gracia de Dios, porque solo en
Jesucristo podremos vencer y solo en Él somos más que vencedores.
“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y
no te apoyes en tu propia prudencia”
Proverbios 3: 5 (RVR 1960)
A manera de
aplicación, dos consejos prácticos: ora constantemente, solo aprenderás a orar
orando, por lo tanto no te excuses diciendo que no sabes orar y segundo, huye
de toda cosa, lugar o persona que quiera incitarte a pecar. Para lo anterior
tambien quiero proponerte la siguiente actividad.
Escribe lo siguiente:
- Motivos de agradecimiento:
__________________________________________________________________________________________________________________________________________
- Confesión de pecado (Stg. 5: 16, 1 Jn.
1:9):
________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
Peticiones
generales
-
Por
la salvación de las personas (1 Tim. 2: 1-4)
-
Por
los que predican la Palabra (Heb. 13: 18)
-
Sabiduría
(Stg. 1: 5-8)
-
Preocupaciones
(1 P. 5: 7)
¿Cuáles son tus
peticiones? (Mateo 7: 7)
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
Iglesia
local:
________________________________________________________________________________________________________
Motivo
de Alabanza a Dios:
________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
Pastores,
misioneros y evangelistas (Mateo 9:38):
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
Ora
constantemente por todo lo anterior. Puedes hacerlo de manera personal, con tu
conyugue o de manera grupal, pero se constante y veras los frutos en tu vida y
en tu entorno. Para terminar esta sección, quiero que medites en estos tres
elementos de pedir bien que predicó George Muller “1) deseando la gloria de
Dios, 2) confesando nuestra propia indignidad y apelando a los méritos de
Jesús, 3) creyendo que vamos a recibir aquello por lo que estamos orando”.[1) Oremos y huyamos del mal,
viviendo conforme al ejemplo de piedad que nos dejó nuestro Señor Jesucristo, y
hagámoslo con contentamiento.
“Pero gran ganancia es la piedad
acompañada de contentamiento” 1
Timoteo 6: 6 (RVR 1960)
La piedad es
algo que anhelamos, deseamos y procuramos tener en nuestra vida, por eso
escribimos y leemos libros como este, pero vivir en piedad y con tristeza,
amargura o soberbia es una comprensión superficial de lo que es la piedad. La
piedad es inconformarse a la mentira, por esta razón los puritanos eran
llamados inconformistas, comprendieron que no debían conformarse a una religión
superficial y ajena a las Escrituras, sino que necesitaban con firmeza
someterse a la Sabiduría de Dios, a Su preciosa y santa Palabra, y hacerlo con
contentamiento.
No nos dejemos
llevar por un hacer en desgracia, sino luchemos por vivir en piedad conforme a
la Gracia de Dios, reconociendo la Misericordia del Señor que nos permite
servirle, obedecerle y amarlo sin merecerlo. Asi mismo no olvidemos tomar toda
la armadura de Dios que Dios nos ha dado para enfrentar la guerra espiritual
(Ef. 6: 12), una guerra que es hasta la muerte, viviendo en Luz, en esperanza,
fe y expectativa de salvación (Rom. 8: 24; 1 Ts. 5:8; 1 Jn 2: 28), como hijos
de Luz, vigilantes y atentos, no dejándonos engañar por la vanidad de este
mundo.
Me gustaría que
recordáramos de nuevo un arma de Dios que creo que pocas veces la usamos como
deberíamos: la espada del Espíritu Santo. La espada de los magistrados para
vengar es nada en comparación a la espada del Espíritu Santo que es la misma
Palabra de Dios la cual nos santifica (Ef. 5: 26), atravesando nuestra alma
para limpiarla (Is. 49:2, Heb. 4:12, Ef. 5:26, Ap. 1:16, 2:16, 19:15), por lo
tanto leámosla, estudiémosla y guardémosla en nuestro corazón continuamente,
con el propósito de ser limpios por ella (Sal. 119:9).
El mensaje a
Éfeso es un mensaje para todo cristiano de todos los tiempos, debemos ponernos toda
la armadura de Dios, aunque la idolatría del contexto sea grande a nuestro
alrededor. Recordemos lo que era Éfeso (Hch 19: 11-20), y andemos siguiendo las
pisadas de nuestro Señor y Maestro (Is. 49:1-3, Lc. 4: 16-21) quien venció y en
su victoria hemos vencido (Ef. 1: 19-21, 2: 6) para que con disposición
prediquemos el evangelio de Jesucristo, pero aún más que lo vivamos, lo
modelemos con nuestras vidas, poniéndonos el cinturón de la verdad que es la
Palabra de Dios, la coraza de Justicia que es el blindaje espiritual de la
obediencia a Cristo viviendo en santidad, los calzados que se refieren a tener
un corazón dispuesto para anunciar el evangelio y el escudo de la fe que nos
defiende contra los ataques del maligno.
“Hijitos, vosotros sois de Dios, y los
habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el
mundo.” 1 Juan 4: 4
(RVR 1960)
Nosotros como un
mismo cuerpo, como Iglesia, no debemos ignorar las maquinaciones de satanás,
este ser maligno lleno de maldad es nuestro adversario, como dijo Sproul “el
nombre satanás significa “adversario”, y creo que ese es un nombre adecuado
para él porque eso es lo que es. Él no es simplemente un archienemigo entregado
a la maldad, es el enemigo de todo lo bueno”.[2] Pero, con todo y lo
terrible y poderoso que sea este ser maligno nunca ser igual o superior en
poder que nuestro Señor, porque mayor es el que está en nosotros que el que
está en el mundo, por lo tanto refugiémonos en aquel que venció a satanás en la
cruz del calvario.
En Dios,
solamente en Él y aguardando fielmente en Su Palabra, podemos andar en el
camino de la santificación porque hemos recibido el Espíritu Santo que nos guía
y fortalece para poder vencer contra el mal con Su Espada, la Palabra de Dios
que “tambien nos enseña que el cristiano tiene un poder que no es inherente a
su naturaleza humana, sino uno más fuerte que satanás, y es poder del Espíritu
Santo”.[3] Nunca podríamos vencer a
satanás si lo hiciéramos con nuestras propias fuerzas, pero en Cristo somos más
que vencedores y Dios nos ha dado Su armadura para que podamos revestirnos de
toda ella y resistir a satanás, porque “cuando estamos vestidos de toda la
armadura de Dios, y tenemos en nosotros al Espíritu Santo, tenemos el poder
para resistir a satanás y superarlo”.[4]
Podemos saber de
la armadura, conocer cada parte que la integra y estudiarla con detalle a gran
profundidad, pero sino nos la ponemos no sirve para nada en nuestra vida. La
orden más que conocerla es tomarla y vestirnos de toda ella con buena
disposición, cada arma de la armadura de Dios, vistiéndonos de ella toda en
humildad, reconociendo que es de Dios y no nuestra (Ef. 6: 18, Ap. 2: 1-7),
orando y suplicando a Dios en El Espíritu Santo continuamente sin dejar de
hacerlo (Rom. 8: 26-27).
[1] Roger Steer, George
Muller, los derechos del niño, una cuestión de Fe, trad. de Juan Federico
Domingo (Madrid, España: Publicaciones Andamio, 2012), 217
[2] R.C. Sproul, Realidades
invisibles (Bogotá, Colombia, Centros de Literatura Cristiana, 2018), 137
[3] R.C. Sproul, Realidades
invisibles, 142
[4] R.C. Sproul, Realidades
invisibles, 142
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