SE RADICAL Y DILE NO AL PECADO
Si amas a Dios
debes hacer todo lo posible para alejarte del pecado, porque el pecado
obstaculiza el crecimiento en nuestra relación con Dios. No podemos tratar al
pecado con liviandad sino debemos ser serios, como hijos de Dios, tratando al
pecado con completa firmeza diciéndole sin titubear no a sus ofertas, aunque
nuestro deseo engañoso del corazón quiera ir tras este.
“Oísteis que fue dicho: No
cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer
para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo
derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se
pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al
infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de
ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo
sea echado al infierno.” Mateo 5: 27 (RVR 1960)
No podemos
tolerar al pecado, sino debemos ser tan radicales en contra del mismo que huyamos
con firmeza de todo lo que nos quiera incitar a cometerlo. El Señor Jesucristo
mismo nos dijo que si nuestro ojo es ocasión de caer mejor es que nos lo
quitemos o si lo es nuestra mano derecha nos la cortemos y la quitemos lejos.
Lo anterior para una persona que tiene una adicción parece ser la salida
completa a su esclavitud, pero el significado de lo anterior es más una
reflexión que nos confronta con nuestro pecado a través de las siguientes dos
preguntas ¿Hasta qué punto seguirás con tu pecado? ¿Prefieres hacerte daño que
dejar tu pecado? Es necesario comprender que el problema del pecado y de
cualquier adicción esta principalmente arraigado al corazón y por consecuencia
en los pensamientos, porque es la contaminación de nuestra mente el verdadero
problema.
Es muy
importante reconocer nuestro problema para empezar a hacer ajustes en nuestras
vidas como dejar atrás el pecado, cambiar de hábitos, tener un grupo de apoyo y
ser constante en nuestra fe en Cristo, así mismo podemos ver algunos otros
consejos prácticos que mencionaremos más adelante, pero si en lo anterior no
reconocemos que el problema principal es del corazón, entonces tan solo en el
proceso se reemplazara una adicción por otra, porque un corazón que no descansa
en el Señor nunca tendrá reposo verdadero sino que buscara cualquier objeto o
persona de adicción para calmar su insatisfacción.
Nuestro deleite
debe ser Dios, solo Dios. Que reconozcamos que en El y solo en El estamos
completos nos va a permitir luchar en contra de la adicción. La adicción es un
círculo vicioso del que es imposible salir en nuestras propias fuerzas porque
quien está envuelto en este no puede encontrar salida para el mismo y el mismo
se ha convertido en su culto de adoración, en donde se siente satisfecho por un
momento en el propio círculo vicioso que ha creado, pero en este caminar sin
avanzar se ha dado cuenta el daño que se está haciendo, porque la adicción
cualquiera que sea es un suicidio lento para quien se ha dejado llevar por sus
artimañas, aun así unos lo reconocen para arrepentimiento mientras otros para
un simple remordimiento. Por ejemplo quien es adicto a las drogas, siente gran
satisfacción al principio y una aparente tranquilidad, pero después que pierde
ese placer pasajero llega una gran amargura a su vida y lamentablemente la
mayoría justifica su mala acción argumentándose o engañándose a sí mismo y a su
propia conciencia en que eso es una necesidad para seguir viviendo, pero lo que
ignora o quiere ignorar son sus consecuencias en la que se ve afectado a corto,
mediano y largo plazo su sistema nervioso, su desarrollo interpersonal y en
general su propia integridad, porque la adicción solo produce vergüenza, dolor
y muerte.
No es fácil, más
que todo en el principio, que una persona envuelta en su adicción le dé un tate
quieto de inmediato a su conducta, pero si está en Cristo podrá en medio de su
batalla ganar la victoria total si es perseverante, constante, radical y refugia
su corazón en el Señor. En el proceso, más adelante, la batalla será más que
todo con los recuerdos del pasado, recuerdos que no pueden salir tan fácilmente
de su cabeza, pero que son posibles enfrentar con la confianza plena en
Jesucristo, desechando en su mente toda imaginación perversa, huyendo de ser
necesario como hizo José ante la mujer de Potifar, para evitar toda planeación
que busque hacerle caer de nuevo en lo mismo.
“Si confesamos nuestros
pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de
toda maldad.” 1 Juan 1: 9 (RVR 1960)
Si volviste a
caer en tu adicción y en verdad has creído en Jesucristo, no te desanimes,
pídele perdón a Dios por tu pecado, continua en el camino con mayor firmeza,
procura alejarte de toda tentación y empieza cada vez más y mejor a cultivar tu
relación con Dios, no te rindas sino aprende de los errores anteriores para no
volverlos a cometer y sigue de nuevo en esta batalla hasta que la ganes por
completo, luego de que la ganes que seguramente lo harás si en verdad no te
rindes ante el pecado sino solamente ante Dios, enfrentaras otra batalla pero
la podrás ganar más fácilmente porque tendrás mayores herramientas y más
fuerzas para poderla ganar en Cristo, lo que también te debe llevar a ayudar a
otras personas en sus batallas espirituales a ganarlas, para que juntos como
Iglesia derrotemos al mal y al maligno en la fe en Jesucristo.
“Si me amáis, guardad mis
mandamientos” Juan 14: 15 (RVR 1960)
“…somos más que vencedores
por medio de aquel que nos amó” Romanos 8: 37 (LBLA)
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