LA IGLESIA NO PUEDE CONVIVIR CON EL PECADO

 

La sexualidad es sagrada, porque es parte del diseño de Dios para con el ser humano, aun así, para muchos, se ha convertido en algo así como un objeto corruptible que puede ser menospreciado o despreciado, pero la Iglesia no puede vivir conforme a los deshonrosos rudimentos de este caótico sistema, sino según Cristo.

“Cuando les escribí anteriormente, les dije que no se relacionaran con personas que se entregan al pecado sexual; pero no me refería a los incrédulos que se entregan al pecado sexual o son avaros o estafadores o rinden culto a ídolos. Uno tendría que salir de este mundo para evitar gente como esa. Lo que quise decir es: no se relacionen con ninguno que afirma ser creyente y aun así se entrega al pecado sexual o es avaro o rinde culto a ídolos o insulta o es borracho o estafador. Ni siquiera coman con esa gente.”

 1 Corintios 5: 9-11 (NTV)

El apóstol Pablo escribió a la iglesia que estaba en Corinto sobre lo importante que es apartarse de todo pecado sexual, como Iglesia. Pero si alguno que se hacía llamar cristiano, se entregaba al pecado sexual, entonces la iglesia, por amor a Cristo, a los hermanos y aun a la misma persona que había cometido tal falta, tenía y tiene el deber de alejarse de tal persona, porque afirmando ser creyente está deshonrando el nombre de Cristo.

El pecado sexual no puede ser permitido en ninguna iglesia que proclama seguir a Cristo, porque seguir a Cristo es amar a Dios y la Palabra de Dios dice “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14: 15). Si antes practicabas algún tipo de inmoralidad sexual entonces no lo hagas más por amor a Dios, a su Obra Redentora y a su Palabra.

Es necesario que reconozcamos y nos aferremos a la gracia de Dios para poder hacer morir a diario al viejo hombre que ya fue sepultado pero que pareciera que quiere salir de esa tumba. La gracia de Dios encuentra a la persona para acercarla a Dios por medio de la fe en Cristo. ¿Dónde queda la jactancia? No puede haber porque no hay obras de hombre sino del Espíritu, de principio a fin, nacidos del Espíritu y el fruto de nuestra vida en Cristo es del Espíritu, el cual se hace más evidente entre más tiempo estemos con el Señor, deleitándonos en su Palabra. En Cristo, solo en El, podemos decirle no al pecado.

Alguno podría pensar que la inmoralidad sexual es el verdadero problema del ser humano, pero no es así, es solo una obra más de la carne y una consecuencia del verdadero problema: nuestro corazón y el pecado que lo esclaviza. No podemos seguir atacando a la conducta cuando en primer lugar necesitamos reconocer que el corazón del hombre en su propia naturaleza pecaminosa se sostiene y sustenta de un suelo llamado pecado, un suelo y un corazón que necesitan morir para volver a vivir, necesitan con urgencia de Jesucristo porque solo Él puede transformarlo si en verdad crees en El. 

El nuevo nacimiento es como un trasplante de corazón en una nueva tierra, donde el corazón es uno nuevo y la tierra ya no es el pecado sino la vida eterna. El Señor nos ha dado un nuevo corazón que no se puede alimentar del pecado sino de la Palabra de Dios, la fe en Jesucristo, el Arrepentimiento y la Gracia de Dios, produciendo como fruto el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre y la templanza. Todo lo necesario para poder enfrentar las batallas diarias que empiezan en nuestra mente. No son talleres de superación personal, ni conferencias, ni mucho menos esfuerzos propios lo que nos puede sacar de las ataduras del pecado sino solo Dios, no se trata de tener un proceso psicoterapéutico sino un verdadero arrepentimiento y fe en Jesucristo, confiar en su Palabra y sostenernos en su gracia lo que nos permitirá vivir en el Espíritu, para ya no satisfacer los deseos de la carne sino los del Espíritu, los cuales no solo tienen promesa para esta vida sino también para la venidera. 

Tener un Nuevo Corazón, gracias al nuevo nacimiento que Dios en su misericordia ha querido darnos, nos posibilita ser alimentados constantemente de la Fe en Jesucristo, la Palabra de Dios, el Arrepentimiento y la Gracia, para tener el fruto del Espíritu, pero tenemos que reconocer que podemos entristecer el nuevo corazón que Dios nos ha dado cuando nos alejamos de todo lo que lo alimenta saludablemente, por lo tanto se nos exhorta a ser perseverantes en permanecer en el Señor y su Palabra, para que nuestro espíritu se regocije en nuestro Señor y Salvador.

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