INHIBIRSE PARA CONSERVARSE
Una de las funciones ejecutivas que como educadores buscamos fortalecer más en nuestros educandos es la inhibición. La inhibición o control inhibitorio es un proceso cognitivo que busca el control de los impulsos, es decir que inhibirse es una acción del dominio propio porque quien ha aprendido a inhibirse a aprendido a controlarse, evitando que algún estimulo, incitación o provocación lo descontrole, pero llegar a ese punto es un proceso que no es igual para todos. Con el propósito de aprender lo anterior no solo de manera teórica sino practica en nuestras vidas vamos a estudiar el siguiente pasaje bíblico para una mejor comprensión del mismo.
“…Si se abstienen de hacer esos actos
perversos, la tierra no los expulsará como lo hizo con esas naciones que vivían
allí antes de ustedes, por haberla corrompido. El que cometa esos
actos perversos tendrá que ser separado de la comunidad” Levítico 18: 28-29 (PDT)
El contexto de
levítico 18 nos enseña que el Señor da instrucciones a Moisés que debe predicar
al pueblo de Israel para que las guarde en su corazón y así obedezcan. En
primer lugar, le dice de manera clara de lo que debe de abstenerse lo cual es:
incesto, pornografía, adulterio, homosexualismo y zoofilia, porque son cosas en
las que se corrompieron las naciones y Dios quiere un pueblo santo, apartado de
todo tipo de mal, para que le honre con limpieza y pureza. Por lo anterior la
primera enseñanza que podemos recibir de este pasaje bíblico es que Dios
aborrece todo tipo de mal y ordena a sus hijos a apartarse de toda corrupción y
la segunda enseñanza es que no es posible vivir en comunidad sin abstinencia,
es decir que la Iglesia es Iglesia en su obediencia a Dios y la obediencia
requiere abstinencia, resistir al mal, por lo tanto no nos engañemos porque
Dios no puede ser burlado y seamos obedientes a Dios, controlando esos impulsos
que nos quieren incitar de manera continua al mal.
“Que nadie diga cuando es tentado: Soy
tentado por Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal y Él
mismo no tienta a nadie. Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y
seducido por su propia pasión.”
Santiago 1: 13-14 (LBLA)
No digamos que
somos tentados por Dios eso es mentira, es un gran engaño, porque la tentación
es un impulso que quiere llevarnos a hacer el mal, es un mal deseo que no
debemos alimentar sino por el contrario ignorar y ahuyentar de nuestra vida.
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