EL PECADO ES CONCEBIDO EN LA MENTE
La mente es el
principal campo de batalla del cristiano en donde a diario se enfrentan dos
bandos, uno es liderado por la carne y el otro por el Espíritu Santo, si no
obedecemos a Dios no significa que va a perder el Espíritu Santo sino nosotros,
porque de Dios siempre será la victoria. No nos engañemos, si tenemos al
Espíritu Santo, obedezcámosle de corazón y no endurezcamos nuestro corazón,
porque todo lo que sembremos tarde o temprano segaremos.
Adulterar y
fornicar son pecados sexuales que no solo se refieren al acto en sí, sino
primeramente al pensamiento. La fidelidad en el matrimonio es como tener un
velo en los ojos para no ver ni pensar en otra persona con deseos sexuales que
no sea el cónyuge, es decir que la fidelidad empieza desde los pensamientos.
La fidelidad es una virtud que Dios resalta en
el matrimonio, principalmente desde el corazón, porque el Señor conoce los
pensamientos de todo hombre y más que palabras le agrada los pensamientos de
sus hijos que día a día meditan en su Palabra.
Los deseos sexuales desordenados, llamados
concupiscencias, son evidencia del pecado que habita en nosotros (Romanos 7:
17). Estos pensamientos necesitamos cortarlos de inmediato antes que den como
fruto el pecado (Santiago 1: 15) y recordemos que la consumación del pecado es
la muerte, aun para un creyente se puede oler a muerte, como si Dios se hubiera
apartado, cuando nos dejamos llevar por los engañosos deseos de la carne.
No se trata de leer mucho, ni de tener basto
conocimiento, lo que dará la victoria contra el pecado, sino es morir a uno
mismo, tener un arrepentimiento genuino delante de Dios y creer de corazón en
la redención de Jesucristo. No es repetir una oración, ni hacer ciertos
rituales, ni si quiera es leer la Biblia si primeramente no se cree de corazón
lo que ella nos dice. Muchas personas han predicado de Cristo sin conocer a
Cristo, muchos pueden decir que aman a Dios, pero realmente quien ama a Dios le
sirve y le obedece de corazón, no para agradar a los hombres sino solo a Dios.
En todo momento y lugar el Señor busca
adoradores que le adoren en espíritu y en verdad. Por ejemplo, en la cama,
mientras dormimos, pueden venir sueños que perturban el corazón y buscan
pervertir el alma, pero aun en los sueños es necesario luchar en contra de todo
lo que ofende a Dios y adorarlo. No permitamos que ninguna semilla de adulterio
anide en nuestro pensamiento sino cuidemos nuestra mente, como dice Proverbios
4: 23:
“SOBRE
TODA COSA GUARDADA, GUARDA TU CORAZÓN; PORQUE DE ÉL MANA LA VIDA.”
La mejor manera de limpiar nuestro corazón,
como hijos de Dios, es meditando en la Palabra de Dios (Salmos 119: 9), orando
al Señor continuamente desde nuestro ser interior, confesando nuestros pecados
desde los que se cometen en el pensamiento, y tomando decisiones radicales en
obediencia a la Palabra de Dios.
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