DELÉITATE EN EL SEÑOR

 

El mejor consejo que un cristiano puede recibir cuando está enfrentando momentos de ansiedad, depresión o tribulación es deléitate en el Señor, como dice Salmos 37: 4: “deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón”. Reconocer la grandeza de Dios y su esplendor permitirá ver a los problemas como insignificantes.

La mejor manera de disfrutar de Cristo es conociéndolo a través de su Palabra, obedeciendo sus ordenanzas, agradeciéndole por sus bendiciones, enfocar nuestra mirada en El, no en nosotros, ni en nuestras necesidades, sino primeramente en su voluntad. De seguro que para lo anterior tendrás que luchar contra todos los deseos que ofrece el mundo (1 Juan 2: 16), pero valdrá la pena, entonces ánimo y adelante “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12: 2).

Es interesante lo que podemos aprender a través de los diez mandamientos, en donde la infracción de un mandamiento busca seguidamente desobedecer al siguiente y así sucesivamente, por ejemplo, la deshonra a nuestros padres lleva a desobedecer el siguiente mandamiento que es no matar, el cual se refiere también a las mismas palabras que salen de nuestra boca (Mateo 5: 22-24) y al siguiente que es no cometer adulterio, pero si vamos de reversa con el fin de buscar la raíz de todos los mandamientos y de lo que Dios quiere enseñarnos a través de la ley, llegamos al primer mandamiento que nos dice que amemos a Dios sobre todas las cosas y no practiquemos ninguna clase de idolatría, pero la verdad es que ningún hombre ha obedecido el primer mandamiento y por consiguiente ninguno de los que siguen, lo que nos hace infractores de toda la ley.

“Porque el que cumple con toda la ley, pero falla en un solo punto ya es culpable de haberla quebrantado toda.”  Santiago 2: 10 (NVI)

En la ley de Dios se expresa el deseo de Dios para con el hombre, lo que el Señor quiere que hagamos, pero la ley de Dios también nos enseña que no podemos cumplir con toda la ley. No podemos, porque tenemos una naturaleza que se encamina solamente al mal, desde la entrada del pecado por Adán y Eva. Necesitamos del Salvador, Jesucristo, quien, si cumplió con toda la ley, no cometió ningún pecado, y murió por nuestros pecados a fin de que ahora si podamos agradar de corazón a Dios como nuevas criaturas.

En Cristo somos nuevas criaturas que pueden decirle no al pecado, porque ya no se enseñoreará más de nosotros, pero tenemos que tener cuidado de no enfriar nuestro corazón delante de Dios. Muchas personas han permitido que su corazón se enfrié debido a una crisis de fe que ha nublado su mirada en el valor eterno de la redención de Jesucristo, prefiriendo antes ir tras los apetitos desordenados de su carne. No permitamos que esto ocurra sino huyamos de las pasiones de la carne y sigamos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús el autor y perfeccionador de nuestra fe.

“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.” Gálatas 5: 17 (RVR 1960)

Los temas anteriores que se han tratado en esta sección, nos enseña que tenemos una lucha interna que es necesario reconocer y batallar, en donde se pueden ver dos deseos que se oponen entre sí, los deseos de la carne y los deseos del espíritu. Los deseos de la carne solo buscan cometer adulterio, idolatría, borrachera, entre otras que solo tienen como propósito alimentar una satisfacción banal y efímera que deshonran en primer lugar a Dios y en segundo lugar a nuestro prójimo.

“Velen y oren, para que no entren en tentación. El espíritu, a la verdad, está dispuesto; pero la carne es débil.” Mateo 26: 41 (RVA-2015)

El ejercicio del espíritu tiene que ser constante para poder enfrentar con fe cada circunstancia y así decirle no al pecado, no a la lujuria, no a los deseos de la carne, no a lo que deshonra el nombre de nuestro Señor y si a lo que agrada a Dios. Jesucristo nos mandó a estar alertas y orar constantemente para no caer en la tentación entonces obedezcamos su mandato, porque solo así seremos librados de todo mal que le ha hecho tanto daño a la sexualidad humana.

“Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma” 1 Pedro 2: 11 (RVR 1960)

Ni la religión ni ningún esfuerzo humano puede librarnos del mal, sino solo Jesucristo porque en Cristo somos llamados más que vencedores, por lo tanto, la invitación más que a no cometer pecado, es a acercarnos a Dios, humillarnos ante El, reconocer sus obras, pasar tiempo con El en una relación continua y cercana, porque solo en El podemos ser verdaderamente libres del pecado, llenos de propósito y verdadero gozo para poder seguir adelante. Por lo anterior, la vida de un cristiano no es sobre prohibiciones sino es sobre la verdadera libertad.

“…y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” Juan 8: 32 (RVR 1960)

 

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