CONFRONTA AL PECADO CON SERIEDAD
La causa principal de cometer pecado es no
temer a Dios y por lo tanto no tomar con seriedad el pecado, porque la única
manera de reconocer la gravedad del pecado es con un corazón temeroso a Dios
que día a día alimente sus pensamientos en la Palabra de Dios para que su temor
a Él crezca y madure de tal manera que aborrezca cada vez más al pecado. Pero
el pecado no es tan superficial como parece, por lo que tratarlo con “medicina
superficial” no será funcional, pues nace en el corazón mismo del ser humano (Santiago
4: 1).
“Porque de dentro, del
corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las
fornicaciones, los homicidios…”
Marcos 7: 21 (RVR 1960)
El
pecado es tan serio que Dios mismo tuvo que venir en forma humana para cargarlo
sobre sus hombros y morir con él porque era la única manera de que el pecado y
la muerte fueran derrotados. Su gravedad es tanta que el Señor dice en Mateo 5:
29 que “si tu ojo derecho te es ocasión
de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor es que se pierda uno de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”. Por lo anterior
el pecado es algo profundo que habita en nosotros, es salvaje, violento,
agresivo, nada amigable, enemigo de Dios y de la santificación, que todos los
días tenemos que hacerlo morir de hambre, no alimentándolo ni siquiera un poco
porque quera más y más hasta hacernos daño y quitarnos el gozo de nuestra
salvación y relación con Dios.
El
pecado es grave, es un enemigo feroz, pero Dios es más grande (1 Juan 4: 4), su
evangelio es más poderoso y su gracia es mayor de tal manera que nos provee de
las herramientas necesarias para poderlo derrotar y mantenerlo en esclavitud.
Por lo anterior la mejor manera de
vencer al pecado es conocer cada día más a Dios a través de su Palabra (2
Timoteo 1: 13), creer con todo nuestro ser en su evangelio (Proverbios 3: 5, 1
Juan 5: 1) y vestirnos todos los días de su armadura (Efesios 6: 10-18),
porque el día que bajemos la guardia contra el pecado seguramente será el día
en donde el pecado nos vencerá, pero sabemos que aunque tengamos derrotas en
algunas batallas, como cristianos, tenemos asegurada la victoria final contra
el pecado por Cristo Jesús, Señor nuestro.
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