ADICCIONES

  

Un día veré la luz de la mañana brotando en mi interior

Sera un lugar donde el pecado no reine mas

No habrá más guerra en mi interior

Las batallas que un día libre serán tan solo un recuerdo

No habrá más pecado, podré vivir en completa santidad

Disfrutaré de verdad del Señor y de sus bondades

En verdad que espero estar un día con mi Señor

El deseo de vivir en santidad santifica al alma, pero este deseo solo puede ser alimentado con la Palabra de Dios, porque la fe viene como resultado de oír atentamente la Palabra del Señor, guardándola y procurando siempre obedecerla como el manual de vida del creyente. Aun así existen batallas internas que no permiten disfrutar completamente de nuestra comunión con Dios, por lo tanto es importante que las enfrentemos y no nos dejemos dominar por el pecado sino resistamos con paciencia al enemigo (la carne, el sistema y satanás) poniendo nuestra mirada en Jesucristo.

La verdadera libertad del ser humano no la trajo el humanismo, sino Jesucristo, porque Él es la Libertad, es la solución a la que hemos preferido como seres humanos dar la espalda, anteponiendo al problema que a la solución, sin darnos cuenta que entre más miremos al problema el problema va a ir siendo cada vez más grande, por darle mayor importancia que a la solución y respuesta que es únicamente Jesucristo. Ahora, refiriéndonos a un concepto muy pronunciado en nuestra actualidad como es la autonomía reflexionemos en sus resultados.

La autonomía es un derecho al que todos queremos llegar pero no todos lo logramos disfrutar, este concepto se ha definido como una libertad para tomar decisiones propias. Es una mirada a la libertad un poco borrosa y discutible desde muchas miradas, porque si no hay libertad siendo esclavos ¿cómo es posible tener libertad para decidir?, lo primero que necesitamos es ser libres de la esclavitud a la que todos estamos ligados desde que nacemos y al mismo tiempo comprender que la única manera de ser libres e independientes, verdaderamente autónomos, es siendo esclavos de Dios que dependen completamente de Él.

El llamado “padre del psicoanalisis” Sigmund Freud, en medio de tanta hueca filosofía que representó, escribió en su libro “el malestar de la cultura” (1930) refiriéndose a la humanidad y a sus adicciones “los hombres saben que con ese “quitapenas” siempre podrán escapar del peso de la realidad, refugiándose en un mundo propio que ofrezca mejores condiciones para su sensibilidad”. Lo anterior es un pensamiento popular que habla de la realidad humana, lo que llama Freud “quitapenas” son las diferentes adicciones que engañan al hombre haciéndole creer que son un refugio seguro para aparentemente enfrentar una realidad agobiante.

Las adicciones son acciones que autodestruyen a su ejecutor, las cuales son un fenómeno complejo porque hacen creer a primera vista que no hacen daño sino todo lo contrario que harán muy bien a su bienestar, pero la realidad es que es un mal en el que la persona que lo comete sabe que le hace daño, aunque prefiere creer lo contrario. Muchas veces un adicto no reconoce que es un adicto por la razón de que se ha creído sus propios engaños, pero es necesario que el adicto asimile su propia realidad y confiese su propia esclavitud, porque quien no es consciente de su esclavitud no podrá gozar de la libertad, quisiera poner un ejemplo para que se comprenda un poco mejor lo anterior: Una persona está sufriendo dolor en su cuerpo pero no está seguro de lo que tiene, el medico hace los exámenes correspondientes y dictamina que tiene cáncer, por lo que la persona se deprime ante el juicio médico, pero se hace consciente de su dolor y emprende un camino hacia su recuperación. De la misma manera debiera ocurrir con una persona adicta, el adicto tiene que ser consciente de su problema antes que sea demasiado tarde.

La adicción afecta al sistema nervioso en su plenitud y será cada día peor, un continuo sin fin en la vida de quien no quiere cambiar de amistades, pensamiento, vida a menos que deje su egocentrismo, se arrepienta y confié en aquel que le puede dar verdadera libertad.

La adicción no sabe lo que es la libertad, porque solo busca “violar reglas”, en su raíz significa “sin palabras” porque quien está en adicción vive en un mundo de silencio y soledad. La adicción es una oferta de la perversión para huir del dolor, pero el dolor que representa la adicción es peor que el ocasionado por la misma realidad, por lo tanto es mejor pensar antes de actuar conforme al consejo de Dios para decidir en libertad y con sabiduría.

Las personas que son adictas no soportan transitar por la vida sin su objeto de adicción, creen necesitarlo para vivir, convirtiéndolo en su propio objeto de fetiche. Para poder hablar con una persona que ha llegado a este estado es importante tener una escucha empática y analítica, evitar hablar apresuradamente y siempre guiarle a la Verdad (Juan 14: 6). Aunque en ocasiones será mejor alejarse de la misma cuando no presenta ninguna señal de verdadero arrepentimiento.

La adicción convierte a un hombre egoísta en un narcisista egocéntrico que solo busca su propio bienestar lo que trae su propia destrucción, porque cuando un hombre se mira a si mismo se destruye, pero cuando mira a Cristo vive y es salvo.

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