UN APOYO PARA MI HERMANO EN SU SANTIFICACIÓN
“Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo; pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos; por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. Porque para esto Cristo murió y resucitó, para ser Señor tanto de los muertos como de los vivos. Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O también, tú, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Dios. Porque está escrito: VIVO YO —DICE EL SEÑOR— QUE ANTE MÍ SE DOBLARÁ TODA RODILLA, Y TODA LENGUA ALABARÁ A DIOS. De modo que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí mismo. Por consiguiente, ya no nos juzguemos los unos a los otros, sino más bien decidid esto: no poner obstáculo o piedra de tropiezo al hermano.” Romanos 14: 7-13 (LBLA)
Muchas veces nos creemos el engaño del mundo
de que somos lo mejor del mundo, debemos vivir nuestra mejor vida ahora, hacer
lo que diga nuestro corazón y buscar nuestro propio vano placer, pero es una
gran mentira que hace enormes daños. El cristiano no puede centrar su vida en
sí mismo, puesto que su nueva vida encuentra reposo únicamente en Jesucristo,
en servirle, sea en vida o en muerte. Si dejáramos de pensar tanto en nosotros,
y centráramos toda nuestra mente y esfuerzos en Jesucristo, reconociendo que
somos de Él para siempre, juzgaríamos menos a nuestros hermanos, los tendríamos
en mayor estima, porque los veríamos como nosotros, en compasión y en amor.
La compasión es un sentimiento de
misericordia que procura el bienestar del que está mal, no es lo mismo que la
indiferencia que es ignorar lo que otro haga o deje de hacer. Cuando Jesucristo
dijo en Mateo 7: 1 “no juzguen para que no sean juzgados”, no quiere decir que se
prohíben todos los tipos de juicio, porque entonces ¿de que servirían las
cárceles? O ¿Cuál sería la razón de las disciplinas eclesiales?, sino que se
refiere a esos juicios hipócritas que solo buscan ventaja o juicios egoístas
que solo procuran el bienestar propio. Por lo anterior sí existe un recto
juicio que debemos ejercer cuidadosamente (Juan 7: 24), el cual alienta a
nuestros hermanos en la santificación, pero tambien habrá un juicio después de
la muerte, ante el tribunal de Dios, en el cual todos acudiremos.
En el tribunal de Dios, conocido tambien como
el tribunal de Cristo (2 Co. 5: 10), es el lugar en donde todos los cristianos
compadeceremos, en donde Jesucristo nos juzgara por lo que hicimos. En el
tribunal de Cristo seremos galardonados por las acciones merecedores de
premios, aquellas que se relacionan en asuntos de conciencia, fe y santidad,
pero en cuanto a lo malo, no se refiere a que recibiremos algún tipo de castigo
por nuestros pecados, porque Jesucristo pagó por todos nuestros pecados (Ef. 1:
7), sino que todas las obras del cristiano serán pasadas por el fuego, las
malas y vanas serán quemadas y solo será recompensado por las que permanezcan.
Todos tendremos que presentarnos ante Dios, por lo tanto humillemos nuestro
ego, no seamos un tropiezo para nuestro hermano sino un apoyo en su vida
cristiana y en su caminar con Jesucristo, para la honra y Gloria de Dios, en
santidad y contentamiento.
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