HEREDEROS DE DIOS
“Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.” Romanos 8: 17 (RVR 1960)
En este versículo bíblico se hace énfasis en
la palabra heredero, porque se repite dos veces, lo que nos debe llevar a
reconocer su significado. Para Pablo y para la mayoría de los judíos la palabra
herencia tenía un significado principalmente arraigado a “la tierra prometida”,
la cual era la tierra de la herencia que recibieron de parte de Dios, pero este
significado histórico tambien representaba la verdad espiritual de una tierra
prometida más allá de esta vida para aquellos que Dios ha hecho herederos en
Cristo, y esta es la verdadera tierra prometida: los nuevos cielos y la nueva
tierra, aquel lugar era el lugar al que esperaban ir, en primer lugar, Abraham,
Moisés, David y cada uno de los profetas, porque por la fe comprendieron que
eran peregrinos (Hebreos 11).
La herencia incorruptible que habla Pedro en
1 Pedro 1: 4 es esta misma herencia que está hablando Pablo, en la que somos
participes los cristianos, no por nuestras obras, no es que por medio de una
vida ascética o de hacer buenas obras seremos salvos o algo similar, sino que somos
herederos de Dios gracias a su Gran Misericordia (1 Ped. 1: 3), por lo tanto
nosotros somos agentes pasivos en esta gran obra de Misericordia de Dios, que
nos enseña a vivir como peregrinos que esperan con alegría recibir de Dios la vida eterna.
La aplicación de este versículo a nuestra
vida, como cristianos es primero no dejar de recordar que es gracias a la
misericordia de Dios que somos renacidos a una esperanza viva, por la
resurrección de Jesucristo (1 Ped. 1: 3) y, segundo, que no nos acomodemos a
este mundo sino que vivamos como peregrinos en este mundo, procurando vivir en
obediencia fiel a Dios, por amor a Él, con la mirada en Jesucristo, aguardando
un lugar mejor: la Ciudad de Dios, donde no hay corrupción sino perfección
porque todo es nuevo y bueno, puesto que el arquitecto y constructor es Dios
(Hebreos 11: 10).
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