EL PUBLICANO Y EL FARISEO

Un fariseo en su época se puede comparar actualmente a un religioso que por sus obras se cree mejor que los demás, por lo tanto no reconoce su necesidad de arrepentimiento, sino con soberbia se relaciona con sus prójimos pues cree que son inferiores a él, pero se engaña a sí mismo al creer que sus obras lo justificaran delante de Dios. Jesucristo dijo la siguiente parábola a quienes confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros:

 

“Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.” Lucas 10: 10-14 (RVR 1960)

 

El proceder del fariseo, similar al de Caín o de cualquier otro religioso, nunca será agradable para con Dios, pero reconocer nuestra condición pecaminosa, condición que tenemos todos, delante de Dios en arrepentimiento, humillándonos ante El, cada día, siempre dejara el mejor resultado, porque el Señor se agrada en aquellos que con un corazón contrito y humillado se acercan a Él, por medio del arrepentimiento y la fe en Jesucristo.

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