DE UN MENDIGO A OTRO MENDIGO

Somos seres humanos que debido al pecado estamos bajo una naturaleza corruptible, por lo que no hay persona que se pueda justificar como justo delante del Señor. Lo anterior nos debe hacer pensar en dos preguntas fundamentales ¿Cómo me dirijo delante de Dios? Y ¿Cómo lo hago con los hombres? Porque si en verdad creemos en el evangelio su evidencia es que nos postramos delante del Señor en humillación y somos humildes con nuestros semejantes porque reconocemos nuestra condición y necesidad total y absoluta de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

 

El evangelismo es compartir del evangelio a nuestros semejantes, pero también es compartirlo a nuestra alma, a tiempo y fuera de tiempo, es decir que constantemente, porque el evangelio es el alimento espiritual que nos fortalece, es el agua y el pan para el que es pobre en espíritu, es la necesidad primaria del creyente, porque el evangelio es Jesucristo, su Obra de Redención en donde se hace evidente el gran amor de Dios hacia nosotros. Teniendo en cuenta lo anterior cuando vayas a compartir del evangelio recuerda que son palabras de vida de una persona que estaba muerta hacia una que lo está, por lo que comprende la necesidad de los demás que no han escuchado del evangelio al considerarte a ti mismo en tu necesidad cuando no lo habías escuchado y en esa misma consideración se paciente y perseverante.

 

“Amados hermanos, si otro creyente está dominado por algún pecado, ustedes, que son espirituales, deberían ayudarlo a volver al camino recto con ternura y humildad. Y tengan mucho cuidado de no caer ustedes en la misma tentación.” Gálatas 6: 1 (NTV)

 

El evangelio también es medicina de restauración para nuestros hermanos, por lo tanto también entre hermanos es necesario que lo compartamos reconociendo que no somos nosotros sino es en Cristo que el ser humano puede ser libre del pecado y del mal.

 

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