EN PAZ ME ACOSTARÉ
Somos frágiles ante el
cambio, invasores de otros sueños, que en un mundo hostil no hemos aprendido a
vivir confiados.
“En paz me acostaré, y asimismo dormiré;
Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.”
Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.”
Salmos 4: 8 (RVR 1960)
La ansiedad, al igual que la
angustia, son preocupaciones que no solo quitan el sueño sino también son
causales de muchas enfermedades. Es el deseo de Dios para con sus hijos el que
aprendan a vivir confiados completamente en El, pero el objetivo de satanás es
no dejarlos ni siquiera descansar, sino atacarlos, de ser posible, aun en los
sueños.
La guerra que este sistema ha
promovido en contra de aquellos que creen en Jesucristo es continua,
estratégica, sutil y mortal. No es igual para cada creyente sino el diablo bien
sabe en donde atacarnos, nuestros puntos débiles, por lo tanto, son estas
debilidades las que debemos reconocer y poner delante de Dios para que Él nos
fortalezca. Si así descansamos en Dios, depositando nuestra vida en El,
entonces no desmayaremos sino, aun en medio de esta horrenda guerra,
descansaremos tranquilamente.
Las deudas, enfermedades,
escases y tribulaciones que acosan constantemente a la humanidad no pueden intranquilizarnos
si nuestra confianza está verdaderamente en Dios, sino nos debe llevar a decir,
como dijo el salmista:
“Yo me acosté y me
dormí; desperté, pues el SEÑOR me sostiene.” Salmos
3: 5 (LBLA)
El amor de Jesucristo ha
quebrado las cadenas de maldición, por lo tanto, ya no vivimos en condenación,
porque su salvación ha justificado a sus escogidos.
“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o
angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
Como está escrito:
Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
Somos contados como ovejas de matadero. m
Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
Somos contados como ovejas de matadero. m
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por
medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la
vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por
venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá
separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Romanos 8: 35-39 (RVR 1960)