PENSANDO EN EL FUTURO


El vivir en el ahora es la filosofía de muchas vidas que no les importa el mañana, porque, según ellos, quizás no existirá y, al igual que el quedarse en el pasado, su resultado es completa amargura. Pero el pensar en el futuro marcara un próspero presente.
Es muy común escuchar: vive tu presente y marcaras tu futuro, pero ese presente ¿Cómo lo estamos viviendo? El pensamiento de un atleta no está en la carrera en si misma sino en la meta, pues es esta la mentalidad de un triunfador. En el mundo tenemos diferentes tentaciones y aflicciones que nos pueden llevar al desánimo y al rebelarnos contra Dios, pero si nuestra mente está en ese futuro próspero que nos espera si guardamos la Palabra de Dios en nuestro corazón, podremos hacer resistencia en contra de este sistema. Y ¿Qué es ese futuro que tanto anhelamos?
Las teorías de la vida han vuelto al hombre en un miserable, pues lo ha conducido a no hallarle propósito a su existir, mas nosotros que creemos en la resurrección, en esa misma que levantó a Jesucristo de entre los muertos, no hemos perdido tiempo si es que lo hemos invertido en agradar a Dios. Las personas creen que somos tontos por no hacer lo que ellos hacen, pero nos resistimos a vivir como ellos, porque tenemos una esperanza aún mayor que ellos. No sería lógico vivir como a Dios le agrada si es que no creyéramos en la resurrección, pero como estamos totalmente convencido en una mejor vida es que estamos dispuestos aun a morir por Jesucristo.
La estadía en la tierra no nos debe llevar a perder el enfoque verdadero en nuestra vida, como hijos de Dios, envolviéndonos en los vanos placeres que este mundo ofrece sino, por el contrario, nos tiene que llevar a buscar cada vez más de Dios a fin de no agradar a la carne, ni al sistema, ni a satanás. Pero si no hay esperanza en Jesucristo, entonces no puedes vivir conforme a la voluntad de Dios, por lo tanto, la única manera de vivir bien es pensando en ese futuro con nuestro Señor Jesucristo.
“Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos ardientemente al Salvador, el Señor Jesucristo”

Filipenses 3: 20 (RVR 2015)

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