¿QUÉ ES LO QUE ME PASA?
Existen obstáculos
que no nos permiten avanzar en el camino que se nos ha destinado. Pero es
necesario que el hombre de Dios entienda lo que le ocurre en su vida, antes que
sea demasiado tarde y no sepa qué hacer con el pecado que le acecha.
El Señor
ha creado a todos los seres humanos, niños, jóvenes y ancianos, para que
permanezcan en su Palabra, no haciendo lo que mejor les parece sino lo que el
Señor ha dicho, porque el parecer del hombre es engañoso y perjudicial para la
salud física, emocional y espiritual. Desde el momento en que el hombre pecó
contra su Señor su vida se volvió en un campo de batalla en el que el pecado es
su peor enemigo en el combate, buscando dominarlo. Dios le dijo a Caín, después
de que el presentó su ofrenda ante Dios y antes de que matara a su hermano:
“Si hicieras lo bueno, podrías levantar
la cara; pero como no lo haces, el pecado está esperando el momento de
dominarte. Sin embargo, tú puedes dominarlo a él.” Génesis
4: 7 (DHH)
Caín se
dejó dominar por el pecado, como todos los hombres hemos hecho, porque “No hay quien haga lo bueno, no hay ni
siquiera uno” (Romanos 3: 12). Esta es la razón por la que NUNCA podremos
vencer esta batalla en nuestras propias fuerzas, porque somos débiles,
entregados al pecado. Así como dijo Pablo:
“Porque sabemos que la ley es
espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado” Romanos
7: 14 (RVR 1960)
Las leyes
existen por causa del hombre, debido a su maldad. No es lo contrario, como
muchos falsos maestros han enseñado, diciendo que sin ley el hombre es bueno.
El Señor nos ha dejado mandamientos escritos en su Palabra y en nuestro corazón
a fin de que no hagamos lo malo, sino venzamos con el bien el mal. Pero
nosotros, como dijo Pablo, somos hombres, queremos hacer lo malo, porque el mal
esta en nosotros, por lo tanto, el camino en Jesucristo no es un camino de
simple emoción sino de completa convicción, es negar la carne, morir a nuestros
vanos deseos, dejar al hombre de pecado en donde el Señor lo dejó, en la cruz y
sepultado, a fin de vivir para Dios.
La
batalla contra el pecado fue ganada gracias a Jesucristo, por lo tanto,
aferrémonos a Dios y a su victoria sobre la muerte y el pecado que nos dominaban,
a fin de servir a Dios, como es debido.
“Gracias doy a Dios, por Jesucristo
Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con
la carne a la ley del pecado”
Romanos 7: 25 (RVR 1960)