LA MEJOR BATALLA
La guerra más antigua que el
hombre de Dios ha librado ha sido contra satanás y quienes le acompañan: la
avaricia, las mentiras, la hipocresía, etc. El ejército más fuerte que ni aun
la muerte podrá vencer es el de Dios, pero los hombres que hacen parte de este ejército
no siempre fueron fieles a este reino.
El reino de Dios vino a
establecerse entre nosotros, por Dios el Hijo, quien se hizo hombre para
deshacer las obras de satanás a fin de que fuésemos rescatados del cautiverio
en que vivíamos. Él nos rescató de la ira de Dios que ha de venir sobre el
reino de satanás. Satanás es un líder ya vencido que nada puede hacer sin que
Dios lo permita, por lo tanto temerle o servirle es una tontería, porque mayor
que todos es Dios. Más bien el hombre deber temer a quien puede echarlo en el
infierno por la eternidad, si, a Él teman todos, porque su nombre es grande
sobre toda la tierra.
La violencia y las guerras
que continuamente se pelean en nuestras tierras, empezando desde nuestro hogar,
no son provechosas sino destructoras, provenientes del mismo satanás que pone
el resentimiento y la venganza en el corazón del hombre. Pero la guerra que
verdaderamente Dios bendice es la que
lucha contra el reino de satanás.
“Pues no luchamos contra enemigos de carne y hueso, sino
contra gobernadores malignos y autoridades del mundo invisible, contra fuerzas
poderosas de este mundo tenebroso y contra espíritus malignos de los lugares
celestiales.” Efesios 6: 12 (NTV)
El Señor nos ha enviado para
que representemos el reino de Dios en medio de las tiranías, engaños e
hipocresías que ejecutan los emisarios de satanás en medio de nuestra sociedad.
Es nuestra tarea, como ejercito de Dios, luchar legítimamente hasta la muerte,
por amor de Cristo.
“Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de
Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de
agradar a aquel que lo tomó por soldado. Y también el que lucha como
atleta, no es coronado si no lucha legítimamente.” 2 Timoteo 2: 3-5 (RVR
1960)
Nuestra nación nos espera
como más que vencedores, por medio de aquel que nos amó, por lo tanto
esforcemos por predicar las buenas noticias, el evangelio de la salvación y,
anunciemos, sin temor, las virtudes de aquel que nos llamó. No ignoremos que
nuestro adversario el diablo anda como león rugiente mirando a quien devorar,
por lo tanto sometamonos a Dios, resistamos al diablo y el huirá de nosotros.