NO LE PEGUE
La violencia, las
matanzas y las riñas no van disminuyendo sino aumentando. En esto que llamamos civilización
y que los franceses llamaron civilité,
como proceso hacia la supuesta emancipación, nuestras naciones han abierto el
camino hacia la inmoralidad, la perversidad, la frustración y la confusión.
Nuestras sociedades no necesitan más ciencia, ni más universidades, ni más tecnología…
sino lo que necesitamos es arrepentirnos por ser una creación que no le ha dado
la gloria, la honra y el honor al único que la merece, a nuestro Creador, Señor
y Salvador.
Un hombre que le
pegue a su mujer no puede llamarse cristiano. No es bíblico hacerle daño a la
mujer, porque quien peca contra su mujer, contra su propio cuerpo peca. La
mujer no es inferior al hombre, la violencia familiar no es educación, porque
la voluntad de Dios es que el hombre respete a su mujer, quien es carne de su
carne y hueso de sus huesos, y la trate como vaso más frágil. Quizás, esa
violencia en el hogar, ha sido uno de las maldades que más ha estimulado a
nuestra sociedad en la violencia, el maltrato y la desorientación.
El hombre y la mujer
no fueron creados para consumirse unos a otros, para simplemente procrear, o
para competir, sino para que juntos glorificasen el nombre de Dios. No existe
nadie mayor que Dios, y no existirá. Ni el hombre ni la mujer podrán estar por
encima de Dios, sino estarán siempre en la misma condición de creación. Somos
creación de Dios y eso nos debe producir gozo, porque nos lleva a comprender
que solo Dios es Dios, que no somos mejores que nadie, que nos necesitamos como
cuerpo de Cristo unos a otros, por lo tanto, amemos a Dios sobre todas las
cosas, y a la mujer, hombre, niño, niña, bebe… ser humano, como a nosotros
mismos.
No es coherente, no
es lógico, no es razonable decir amar a Dios, ni predicar en el pulpito el
consejo de Dios mientras se es violento o grosero en el hogar, no reflejando el
amor de Dios con la familia, como hijo, padre, hermano, hija, madre, hermana,
esposo o esposa. Hombre no le pegue a su mujer, no le maltrate, no le juzgue,
sino ámela, respétela, valórela, porque Dios se la ha dado, y El un día le
pedirá cuentas de como la trató. Un hombre que no cuida ni respeta a su mujer no
le teme a Dios y quien no le teme a Dios de seguro que le temerá en el infierno,
a menos que se arrepienta y crea en Jesucristo.