NO SE DEJEN ENGAÑAR


La mentira que más engaña es la que más se asemeja a la verdad. Es esta misma la que el diablo utiliza. Las pseudociencias, también llamadas falsas ciencias, como el horóscopo y la carta natal, en astrología, son esas mentiras que tienen a muchos en un mundo de oscuridad. Esas tergiversaciones no son recientes sino provienen de culturas antiguas que utilizaron métodos de adivinación, como lo hicieron los mayas, en su calendario.

“…Propuso en su corazón no contaminarse”
En el siglo VII a. C. Babilonia sitió a Israel. Los que eran del linaje real de los principies, muchachos de buen parecer, enseñados en sabiduría, en ciencia y de buen entendimiento, fueron escogidos por el rey de Babilonia para ser enseñados en la ciencia de este pueblo. Una ciencia como la astrología, basada en la adivinación, argumentada bajo el “orden del cosmos” y alimentada por la idolatría. Esa pseudociencia se oponía rotundamente a la Palabra de Dios, a la verdadera sabiduría, a aquel conocimiento que hombres como Daniel, del linaje real de Israel, recibieron desde pequeños. Daniel tenía que recibir ese tipo de educación que bien sabía que era falsa, pero “Daniel propuso en su corazón no contaminarse” (Daniel 1: 8). Daniel no se dejó engañar, porque su fe estaba fundamentada en la roca eterna de salvación quien es Jesucristo, pero tampoco huyó de Babilonia sino confió en el Señor, y Dios no lo dejó solo sino le acompañó, le guío, y dirigió.
“En el segundo año del reinado de Nabucodonosor, tuvo Nabucodonosor sueños, y se turbó su espíritu y se le fue el sueño.  Hizo llamar el rey a magos, astrólogos, encantadores y caldeos, para que le explicaran sus sueños. Vinieron, pues, y se presentaron delante del rey.” Daniel 2: 1-2 (RVR 1960)
El rey Nabucodonosor no podía estar tranquilo a causa del sueño que tuvo, entonces confiando en la ciencia de los caldeos, los adivinos, los pseudocientificos, les llamó para que no solo le contaran la interpretación del sueño sino también el sueño. Efectivamente no pudieron resolver el pedido del rey comprendiendo que ningún hombre podría resolver aquella solicitud, razón por la cual el rey Nabucodonosor publicó un edicto para mandar a matar a todos los “sabios” de babilonia, entre los cuales incluyeron a Daniel. Daniel al escuchar tal asunto del rey, fue donde el rey y le pidió tiempo. Daniel sabía que solo Dios podría revelarle aquel secreto entonces fue a su casa y juntamente con sus compañeros: Ananías, Misael y Azarías rogaron al Dios del cielo, de la tierra, del mar, y de todo lo que ahí, sobre este misterio. Y Dios reveló el secreto a Daniel, por lo cual Daniel lo bendijo, le alabó y le dio gracias.
Daniel fue donde el rey, y le dijo estas palabras:
“El misterio que el rey demanda, ni sabios ni astrólogos, ni magos ni adivinos lo pueden revelar al rey. Pero hay un Dios en los cielos que revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los últimos días. Éstos son tu sueño y las visiones que has tenido en tu cama...” Daniel 2: 27-18 (RVR 1960)
El testimonio del Señor fue compartido al rey de Babilonia por un joven con un corazón dispuesto al Señor. Daniel confió en Dios, no en la ciencia de los astrólogos, no en el horóscopo ni en la adivinación, y el Señor le bendijo en gran manera. Esa historia es real, el pueblo de Israel la conoce desde que son pequeños, aunque hayan pasado más de veintisiete siglos, pero es una historia también actual. El mundo sigue confiando en las pseudociencias, aun las academias las están enseñando, pero no nos turbemos sino sigamos el ejemplo de Daniel y propongamos en nuestro corazón no contaminar nuestros pensamientos, ni nuestro corazón, con la razón de este mundo, sino renovemos nuestro entendimiento a través de la Palabra de Dios para que nos afirmemos cada día mas en la voluntad de Dios.

“Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas basadas en las tradiciones de los hombres, conforme a los elementos del mundo, y no según Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.” Colosenses 2: 8-10 (RVR 1995)

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